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Los caldos de huesos han vuelto a nuestras cocinas. Para mi abuelita, un buen caldo era la estrella contra cualquier mal. Y es que una sopa calientita, con ingredientes frescos, y llena de
sabor es simplemente reconfortante. Y ella no era la única fiel creyente de esto. Casi todas las abuelas, latinas o no, recurrían a los caldos cuando alguien se enfermaba. Como chef, siempre
he valorado el sabor tan especial que un caldo hecho en casa le puede dar a cualquier plato. Estos caldos pueden ser hechos de huesos de pollo, pavo, res o puerco. Los huesos se dejan
hervir por varias horas para que suelten todos sus minerales, vitaminas y gelatina. Se les puede añadir vegetales, los vegetales se descartan al finalizar la cocción y queda un caldo
sustancioso que los más entusiastas disfrutan como cualquier otra bebida. PERO ¿QUÉ DICE LA CIENCIA? Los fanáticos de los caldos de huesos atribuyen múltiples beneficios para la salud al
consumo regular de este alimento. Sin embargo, la Dra. Diane Pérez, colaboradora de _AARP en español_, considera que “más allá de ser un alimento de sabor agradable y proporcionar
reconfortante calor no aporta mayor beneficio para la salud, aunque se consuma todos los días”. Pérez argumenta que la evidencia científica disponible no ha logrado demostrar
contundentemente los beneficios para la salud que se le atribuyen a nivel popular. En cambio, algunos estudios sí han comprobado el leve efecto del caldo de hueso de pollo para aliviar las
congestiones nasales. Asimismo, investigaciones más recientes, según la doctora, apuntan al efecto antiinflamatorio de estas sopas al inhibir los neutrófilos o leucocitos que ayudan a la
destrucción de bacterias y hongos.