Play all audios:
AARP (Shutterstock) Facebook Twitter LinkedIn
Con el almacenamiento de identidades de personas de Estados Unidos durante más de un siglo, la base de datos del programa es un recurso imprescindible para los historiadores culturales... y
una fuente de inspiración para los futuros padres.
Shakespeare preguntó: "¿Qué hay en un nombre?". Laura Wattenberg sigue las tendencias de los nombres que están de moda.
Membresía de AARP: $15 por tu primer año cuando te inscribes en la renovación automática.
Obtén acceso inmediato a productos exclusivos para socios y cientos de descuentos, una segunda membresía gratis y una suscripción a AARP The Magazine. Únete a AARP
Autora del libro The Baby Name Wizard, Wattenberg tiene un recurso vasto e imprevisto para su trabajo: la Administración del Seguro Social (SSA).
Por supuesto, el enfoque principal de esta enorme burocracia federal es pagar los beneficios mensuales de más de 73 millones de jubilados, personas con discapacidades y miembros de sus
familias.
Pero también es la fuente de información más importante sobre qué nombres les ponemos a nuestros hijos, gracias a una vasta base de datos que incluye los nombres de casi todas las personas
nacidas en Estados Unidos desde mediados de la década de 1930, y millones más nacidas antes que habían obtenido tarjetas del Seguro Social.
"No hay casi nada parecido", dice Wattenberg. "Ha sido una fuerza realmente importante en nuestra cultura".
También fue accidental.
‘Sus jefes pensaron que estaba loco’La SSA ha estado recopilando datos sobre fechas de nacimiento y nombres prácticamente desde su fundación hace 90 años, pero no se propuso convertirse en la biblioteca nacional de nombres. No
fue sino hasta finales de los años 90 que a alguien se le ocurrió la idea de aprovechar este depósito sin igual para ver qué nombres eran los más comunes.
Fue entonces cuando Michael Shackleford, un actuario que trabajaba para la SSA, produjo el primer recuento histórico de los nombres más populares dados a los bebés nacidos en Estados Unidos
utilizando una muestra de una base de datos de solicitudes de tarjetas del Seguro Social.
"Él lo hizo en su tiempo libre, y sus jefes pensaron que estaba loco", dice Cleveland Kent Evans, profesor emérito de Psicología en la Universidad de Bellevue en Nebraska y expresidente de
la American Name Society, una organización sin fines de lucro que promueve la onomástica (el estudio de los nombres y las prácticas de elección de nombres).
La motivación, escribió Shackleford en un blog en el 2009 (en inglés), fue que su esposa estaba embarazada y no quería darle a su primer hijo un nombre tan común como el suyo. (Recordaba que
en la escuela, "cuando la maestra llamaba a Michael, todos teníamos que preguntar '¿cuál?'"). Escribió entonces "un programa simple" para ordenar los datos de las solicitudes, que en ese
momento estaban computarizados en cinta magnética, por año, sexo y el nombre dado al bebé.