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Sin embargo, señalan los autores, esto no está sucediendo en forma generalizada, por lo menos en parte porque nadie toma la iniciativa en el consultorio: “Más de nueve de cada diez adultos
mayores encuestados pensaron que el médico recomendaría una prueba cognitiva, y uno en siete sacó el tema por su cuenta. Sin embargo, los médicos de atención primaria con frecuencia esperan
que los pacientes y sus familias reporten los síntomas y pidan una evaluación”. Lock advierte que AARP, por norma, recomienda que las personas se sometan a pruebas cognitivas, y que la
visita anual de salud de Medicare debería incluir una evaluación cognitiva en el caso de las personas mayores de 65 años. “Sin embargo, sabemos que menos de la mitad de las personas de 65
años o más recibieron la evaluación, y solo el 16% se examinan con regularidad. Incluso entre quienes tienen la suerte de recibir una evaluación adecuada, con frecuencia los pacientes no
reciben el diagnóstico, aun cuando el médico considera que tienen demencia”. Small indica que en la práctica muchos factores, incluso el simple temor, pueden disuadirnos de tener dicha
conversación: “Todos tienen miedo de la enfermedad de Alzheimer, y terror de que cuando se olvidan el nombre de alguien ya están en camino a un hogar de ancianos, sin poder comunicarse y en
una silla de ruedas”. Agrega que los médicos ya pueden sentirse agobiados por tratar de ocuparse de tantas cosas en una consulta que promedia “ocho minutos por paciente”. El informe también
se adentra en la complicada cuestión de una posible prueba de detección para la demencia: una prueba estandarizada de memoria o un cuestionario que se administre habitualmente a las personas
mayores para identificar a quienes tienen un riesgo alto. Tras citar años de idas y vueltas entre organismos médicos para determinar si esta prueba representaría más beneficio o perjuicio
para la persona, el informe propone agregar más datos a dicho debate. En particular, recomienda establecer “una base de datos para demostrar conexiones entre las pruebas cognitivas, el
diagnóstico temprano y el logro de mejores resultados entre las personas que reciben un diagnóstico temprano de demencia”. Dicho esto, algunos expertos entrevistados indicaron que a no ser
por un análisis de sangre para detectar la demencia (que los investigadores intentan lograr), no existe un simple examen para detectar un trastorno cerebral complicado. Otros indican que un
simple cuestionario con preguntas tales como “¿Tu memoria está peor que el año pasado?” podría ser una herramienta útil de detección. Mientras tanto, Small advierte que la mitad de las
personas que tienen demencia no saben que la tienen. EL CUIDADO DEL PACIENTE La última sección del informe ofrece sugerencias para mejorar el cuidado de las personas con demencia. Una de las
recomendaciones principales consiste en mantener el programa Geriatrics Workforce Enhancement Program, una iniciativa financiada por el Gobierno federal que integra la experiencia en
geriatría con el cuidado de los pacientes con demencia y también enseña a cuidadores y profesionales de atención médica los mejores métodos para cuidar a las personas que sufren esta
enfermedad. Los autores del Milken Institute también abogan por el uso de los modelos actuales de pago y prestación de Medicare, entre otras cosas, para “ayudar a brindar una excelente
atención coordinada y económica”. Al prever la necesidad de 3.4 millones de cuidadores para el 2030, el informe propone tomar medidas para identificar y capacitar al personal de atención de
la demencia ahora, y que los empleadores dispongan horarios laborales flexibles, cuidado de relevo y licencias remuneradas por motivos médicos y familiares para los empleados que tratan de
asumir la responsabilidad de cuidar de otra persona. Por último, reconoce la necesidad de capacitar mejor a los cuidadores familiares y encontrar maneras de ayudarlos a reducir el estrés que
acompaña a esta labor.