Santiago sierra, entre cuatro paredes, en el museo de helga

Santiago sierra, entre cuatro paredes, en el museo de helga

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No se equivocan desde el Museo Helga de Alvear que, al menos por una temporada, todo lo que se organice o decida desde esta institución será entendido como un homenaje a su creadora. Un


espacio al que no le queda otra que continuar su ... andadura sin la que fuera su guía, lo que sin duda así hace. Lo logra ahora capitaneado por SANDRA GUIMARAES, elegida en un concurso


abierto que propuso la propia Helga no mucho antes de su fallecimiento y tras otro deceso, el de José María Viñuela, puntal básico para la coleccionista; y lo hace revisando y haciendo ya


rotar los conjuntos expuestos (la portuguesa habla de 'archipiélagos' para explicar determinados fenómenos en el arte contemporáneo ante la vorágine que impone el devenir de lo


artístico) y desarrollando una programación que no baja el listón (tras el verano tomára el relevo Thomas Hirschhorn –¿ha llegado el momento de mandar al almacén LA LÁMPARA DE AI WEIWEI?


Todo es posible...–), completando así mismo la ampliación del museo, cuya tercera fase, ya finalizada, supondrá el traslado de las obras de la colección desde los almacenes en Madrid hasta


Cáceres. El caso es que hasta la última exposición inaugurada por este espacio tan singular hace unos días, dedicada a Santiago Sierra, y pese a la naturaleza controvertida de su artista, se


convierte también en tributo a Helga de Alvear. No en vano, es la primera tras su fallecimiento en febrero, y de un autor que, pese a que en principio podríamos pensar que se situaba en las


antípodas de la hispano-alemana (vamos, que SE PARECÍAN AMBOS IDIOLÓGICA Y SOCIALMENTE LO QUE UN HUEVO A UNA CASTAÑA) fue una de sus principales valedoras y mecenas. Así que, lo que iba a


ser una especie de segundo capítulo de la revisión del trabajo que el CA2M había realizado recientemente de Sierra ('1.502 personas cara a la pared', 2024), con el mismo comisario,


catálogo conjunto y nueva selección de obras, se transforma en una especie de revisión de los vínculos profesionales y afectivos entre creador y coleccionista, con sus altos y algún


'bajo'. EN CONFIANZA Dicen que fue precisamente a través de Viñuela que Santiago Sierra entra en contacto con la galerista. Y durante más de 20 años ella fue de las personas que


más confiaron en su labor (de sus pocos coleccionistas, aunque me chivan que también tienen obra suya los ELMGREEN & DRAGSET, compañeros de galería). Al parecer, fue la capacidad de esta


para ver en Sierra destellos de la Historia del Arte en lo suyo (la influencia del MINIMALISMO, DE LA 'PERFORMANCE' HISTÓRICA, DE RICHTER...) lo que facilitó la consolidación de


tan extraña pareja. De hecho, la cita sirve para que al viejo anarquista se le haya ablandado el corazón, que cede al Museo Helga de Alvear todo su archivo documental personal, del que una


pequeñísima parte (básicamente, el relacionado con su valedora) se muestra en salas. Y sin ser la pieza más sobresaliente (tampoco el arranque de un no-recorrido cronológico), la cita


incluye la foto '100 PERSONAS ESCONDIDAS', PRIMERA COLABORACIÓN DE SIERRA CON HELGA DE ALVEAR, cuando este se negó a entrar en la institución arte y escondió a cien inmigrantes en


la calle madrileña donde todavía hoy continúa la galería. Para cerrar el círculo, esta exhibición ha servido para activar una nueva 'performance', 'X personas escondidas'


(ya sabemos que fueron 62), introduciendo a otros tantos ilegales en el museo durante la inauguración. Una cartela recuerda el evento, único 'resto' del mismo. La exposición,


pues, se nutre en buena parte de los fondos de Sierra en la colección del centro y muestra en primicia 'Wallpaper', precuela en forma de PAPEL DECORATIVO DE PARED PARA EL ATRIO DE


LA CASA GRANDE de la serie de vídeos 'El Maelström' (una planta más arriba se exhibe uno de ellos) que debía haber formado parte de la próxima individual del 'madrileño'


en la galería. Ambas propuestas recogen las declaraciones de Josep Borrell como alto representante de la UE para Asuntos Exteriores y Seguridad de Europa como jardín, frente al resto del


mundo como jungla, en la que «los jardineros deberán ocuparse del cuidado del jardín», lo que implica «tener que ir a la jungla». Borrell, que no tiene precio como poeta conceptista,


justifica así cierto neocolonialismo imperialista que Sierra traduce a una coreografía basada en los proto- colos de detención del CECOT DE BUKELE EN EL SALVADOR. Así que, con apuestas como


estas, queda claro el tono de la cita, donde la pieza más sutil es la más lapidaria: esa 'Placa para puerta' (2006) que impide la entrada en el centro a todas aquellas personas


sobre las que la orden ejerce el derecho de admisión, y que acaba siendo todo el mundo. La retahíla, repetida en bucle en un audio ('Advertencia', 2007) critica el ELITISMO DEL


MUNDO DEL ARTE, en teoría abierto a todos pero tan excluyente, y que, en otro giro de guion, es la única pieza que pueden disfrutar todos, incluso a los que se deja fuera. Se muestra POR


PRIMERA VEZ EN ESPAÑA 'BANDERA NEGRA' (que ocupa tres salas), que ilustra el gesto de colocar la bandera anarquista, la de los que no reconocen bandera nacional alguna, en ambos


Polos, tierras de nadie que todas las potencias ansían poseer. Este conjunto adquiere nuevas lecturas tras los deseos expansionistas de Trump en Groenlandia; como la adquiere '2.068


dientes', última exposición de Sierra en la galería, que se amplía con una lona en el exterior ('Dientes de palestino', 2024), la cual visibliliza otra SITUACIÓN OPRESIVA: LA


DE ISRAEL CONTRA PALESTINA. SANTIAGO SIERRA '2.068 dientes, The Maesltröm, Archivo y Bandera Negra'. Museo Helga de Alvear. Cáceres. C/ Pizarro, 10. Comisario: Alexis Callado.


Colabora: CA2M. Hasta el 21 de septiembre. cuatro estrellas. Y no faltan otros clásicos: 'LA GRAN FILA' (SOBRE LAS COLAS DEL HAMBRE del covid); 'Los encargados' (o la


democracia como club privado) y hasta la documentación de 'Presos políticos', el mejor ejercicio de diplomacia Sierra-Helga de Alvear, pues todavía sorprende la sumisión con la que


ambos acataron un acto de censura en sus propias carnes. Lo dicho: Santiago Sierra, con sus brillos, con sus contradicciones, de la mano de Helga de Alvear. CUANDO SU MÚSICA AMANSÓ A LA


FIERA.