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La forma (y las formas) se pueden perder, pero el talento, nunca. En el caso del argentino Ángel Cabrera (55 años), su declive físico y su afición a la bebida y a discutir con las mujeres le
llevaron a pasar treinta meses por la cárcel ... por violencia doméstica. Sin embargo, en cuanto quedó en libertad hace dos años decidió darle un giro a su vida y se dedicó a sacar lo mejor
que había tenido en su etapa anterior: su facilidad para jugar al golf. Último eslabón de la generación de 'caddies' que terminaron convirtiéndose en golfistas profesionales, este
portento de Córdoba empezó a cargar palos a los diez años en el club de su ciudad. Abandonado por sus padres, se curtió competitivamente tratando de encontrar las claves para ganarles los
partidos (y el dinero) a sus compañeros de más edad y así se hizo un jugador natural en sus conceptos y fiero a la hora de no dar un golpe por perdido. Comenzó a ganar torneos en el circuito
nacional pero su auténtico salto deportivo llegó cuando viajó a Europa a seguir la estela de sus grandes compatriotas de la época (Vicente Fernández y 'Gato' Romero) y empezó a
adquirir renombre internacional. Venció tres veces en el European Tour entre 2001 y 2005 y, como número 9 del ranking mundial, dio el salto al PGA Tour, donde se hizo un hueco por derecho
propio que se corroboró con su espectacular triunfo en el Open USA dos años después. Por si su exposición global no hubiera sido suficiente, otro par de campañas después llegó su segundo
grande en Augusta y, después de otro subcampeonato en el Masters 2013 y de un éxito en el Greenbier del 14, su carrera comenzó a declinar. Ante la falta de resultados posteriores se quedó
sin la tarjeta y su vuelta a casa en la presente década fue para olvidar. Sin objetivos deportivos y con graves problemas en sus relaciones personales (sufrió denuncias por agresiones de dos
exnovias que le llevaron a prisión), la pesadilla terminó en 2023. «Cuando salí de allí me di cuenta de que lo único que sabía hacer era jugar al golf, pero tenía miedo ni siquiera
acordarme de cómo agarrar un palo después de tanto tiempo», reconoció. Pero vaya si lo hizo. No sin importantes trabas burocráticas añadidas (Estados Unidos le negó el visado de trabajo para
volver a jugar allí al ser expresidiario) tuvo que esperar hasta el año pasado para regresar. Y en el presente, ya asentado en el Champions Tour de veteranos, ha resurgido 'el
Pato' más explosivo. Después de entrar como reserva el torneo de Florida de abril ganó la prueba y, en tres de las últimas semanas, ha repetido dos veces más: nada menos que en dos
'majors' de su categoría, el Regions Traditions y el PGA Champions. «Quizá no lo parezca desde fuera, pero estoy muy emocionado por esto que he conseguido. Sabía que tenía que
cambiar y lo he puesto todo de mi parte para conseguirlo. He trabajado muy duro y ahora estoy viendo los resultados. Estoy muy orgulloso», admitió quien nunca hizo de los entrenamientos su
virtud. Al contrario, la naturaleza de su 'swing' le permitió ganar 54 veces por todo el planeta antes de este sorprendente renacer hasta que la vida le ha hecho ver las cosas de
otra manera. Ayer, en un torneo regular en Iowa, volvió a su ser relajado de siempre y. acabó en la parte media de la tabla, con todo el trabajo hecho. Se puede ser un genio, pero no hay que
dejarse llevar. Aunque haya sido a las malas, la penitencia le ha servido para algo muy importante. Todos, y él el primero, disfrutan ahora del mejor Cabrera. Ganador y centrado.