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Centroamérica, o América Central, se ha convertido en un lugar de paso obligatorio para los migrantes que se dirigen a Estados Unidos, especialmente desde que la potencia norteamericana
decidió externalizar cada vez más sus fronteras. La región está compuesto políticamente por siete países: Belice, Guatemala, Honduras, El Salvador, Nicaragua, Costa Rica y Panamá; cada uno
con sus propias dinámicas y problemáticas. El mapa migratorio de Centroamérica muestra la complejidad de la región, con países de paso, emisores y receptores de migración a diferentes
escalas.
La larga ruta centroamericana se inicia en el tapón del Darién, una inmensa barrera natural que parte América en dos separando Colombia de Panamá, sin infraestructuras que la crucen. Aunque
muchos migrantes llegan por avión a las grandes urbes centroamericanas, otros intentan cruzar desde el golfo de Darién a través de pequeños puertos como Necoclí.
Una vez superada la barrera del Darién, los migrantes continúan hacia la ciudad de Panamá y por las tierras altas centroamericanas llegan a San José (Costa Rica) y Mangua (Nicaragua), antes
de descender a Choluteca, ya en Honduras. Desde allí, vuelven a ascender a las tierras altas de El Salvador y Guatemala, último país antes de que la ruta migratoria se interne en México.
A esta gran ruta de migración transcentroamericana se suman las propias dinámicas migratorias de los propios centroamericanos, que, si bien pueden sumarse a esta ruta, también buscan otros
caminos alternativos. El principal núcleo de emisión migratorio en la región es el conocido como Triángulo Norte, compuesto por los tres países más pobres e inestables del mapa de
Centroamérica: Guatemala, Honduras y El Salvador.
El mapa político de América Central
El Triángulo Norte está cruzado por el corredor seco centroamericano, compuesto por las tierras altas y templadas de la región, donde se encuentran las mayores densidades de población. Esta
zona se encuentra sobrexplotada y deforestada, siendo muy vulnerable a las catástrofes naturales que azotan periódicamente la región, como huracanes, inundaciones, deslizamientos de tierras
y sequías, y que son el inicio de un ciclo de pobreza, violencia y migraciones.
El éxodo rural, sumado a los migrantes medioambientales, ha acabado concentrando a una inmensa cantidad de población en cinturones de pobreza alrededor de las grandes ciudades de la región,
especialmente Guatemala, San Salvador, Tegucigalpa y San Pedro Sula. Es aquí donde prosperan las maras, la corrupción y la violencia, que impiden la prosperidad de unos habitantes que se ven
forzados a unirse a ellas o iniciar una nueva migración, esta vez internacional hacia Estados Unidos.
Así nacen las caravanas de migrantes, que suelen partir desde San Pedro Sula (Honduras) y recogen población de todo el triángulo norte para viajar unida hacia Estados Unidos y protegerse de
los numerosos peligros del viaje.
Entre maras: inseguridad y violencia en Centroamérica
Pero no todos los centroamericanos emigran fuera de la región. Países como Belice, Costa Rica y Panamá son oasis regionales de estabilidad. De hecho, los dos últimos han alcanzado índices de
desarrollo humano muy altos, propios del mundo rico: Costa Rica mediante un modelo de ecodesarrollo, y Panamá gracias al canal y a su opaco sector financiero. Mientras, el despoblado Belice
se nutre de población desplazada por la violencia de sus países vecinos.
Nicaragua es el principal emisor de emigrantes que no se dirigen hacia Estados Unidos, sino hacia el sur, a Costa Rica. Esto ha llevado a que San José aplique políticas migratorias en su
frontera que hasta hace poco solo se aplicaban en las rutas al norte.
En Centroamérica primero llega el huracán, luego la corrupción
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El mapa migratorio de Centroamérica es una colaboración de El Orden Mundial y Ayuda en Acción para el curso ‘El reto de la movilidad humana: pobreza, cambio climático, conflictos y
situaciones de violencia como causas de las migraciones forzosas’, organizado por la Universidad del País Vasco en septiembre de 2021.
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