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EL COMUNICADO DE LA FAMILIA REAL DIO PÁBULO A LOS RUMORES Y A LA INTERPRETACIÓN AVENTURADA DE LOS MEDIOS DE CADA GESTO PÚBLICO Durante al menos dos horas, solo unos pocos fueron conocedores,
no del rumor, sino de la certeza de que el reinado de Isabel II se había apagado. Durante todo el tiempo previo, desde que el Palacio de Buckingham publicó la ya histórica —y escueta— nota
en la que “los médicos expresaban su preocupación por la salud de la reina”, rumores, gestos y ausencias consolidaron la sensación colectiva de que, esta vez, la noticia era cierta. No pasó
desapercibido para muchos. Las manos de Isabel II, en las dos fotografías que publicó el martes la Casa Real de sus respectivos encuentros con Boris Johnson y Liz Truss, presentaban un
intenso color morado. Falta de oxígeno en sangre, efecto del frío de las Tierras Altas escocesas en una persona mayor... los tabloides británicos especulaban sobre las causas. Pero desde la
extendida sensación de seguridad de que la reina seguiría siendo una presencia habitual y familiar, y de que el país debía, sin más, acostumbrarse a sus dolencias, o la reducción del número
de actos de su agenda pública. Más información Siga en directo todas las informaciones tras la muerte de Isabel II La decisión del entorno de la monarca de recibir en el castillo de Balmoral
tanto a Johnson como a Truss —y romper así la tradición de realizar este ritual en el londinense Palacio de Buckingham— fue justificada por los “continuos problemas de movilidad” que sufría
desde hacía meses. El anuncio, ese mismo martes, de que no habría reunión con el Consejo Privado al día siguiente, a pesar de que estaba prevista que fuera telemática, comenzó a activar
algunas alarmas. La jornada no había sido tan intensa como para que los médicos de palacio decidieran que la monarca tenía que descansar. Durante el verano, los medios habían revelado cómo
Carlos de Inglaterra —hoy Carlos III— había aumentado las visitas a su madre en Balmoral hasta hacerlas casi diarias. Tanta asiduidad presagiaba problemas de salud de la monarca. GESTOS QUE
ANTICIPABAN TODO Cuando el Palacio de Buckingham decidió publicar este jueves la nota sobre el empeoramiento de la salud de Isabel II, la nueva primera ministra anunciaba en el Parlamento su
plan de medidas urgentes para afrontar la crisis energética. El _speaker _(presidente) de la Cámara de los Comunes, Lindsay Hoyle, expresó palabras de apoyo a la monarca, pero resultaba
llamativo cómo Nadhim Zahawi, el ministro al frente de la Oficina del Gabinete —la que coordina las tareas de Gobierno— se había sentado junto a Truss, y le deslizaba una nota que cambiaba
el semblante de la primera ministra. Lo mismo ocurrió con Angela Rayner, la número dos de la oposición laborista, que levantaba la vista confundida, al recibir otra nota, sin saber muy bien
si el debate energético en curso debía seguir adelante. CARLOS, JUNTO A SU MADRE Carlos de Inglaterra y su esposa, Camila, se encontraban en Birkhall, muy cerca de los predios de
Aberdeenshire donde se encuentra Balmoral. Fueron los primeros en llegar allí. El hijo de la reina pudo acompañarla durante sus últimas horas, “bajo supervisión médica” y en un estado de
calma y alivio. “_Comfortable_”, decía el término inglés de la nota, que no sugería comodidad, sino más bien una atención paliativa para hacerlo todo más fácil. El resto de miembros de la
familia real emprendieron ruta hacia Balmoral. La princesa real Ana, los príncipes Andrés y Eduardo, Guillermo y Enrique de Inglaterra. La urgencia con la que todos acudían para estar cerca
de la monarca dejaba escaso margen para la interpretación. Algo grave estaba ocurriendo, aunque Buckingham mantuvo el silencio durante seis horas. La BBC interrumpía la programación.
Adoptaba un tono sobrio. Presentadores y periodistas adaptaban su vestuario al luto que se aproximaba. No todas las corbatas eran ya negras, pero al menos eran azul marino. “La salud de la
Reina”, rezaba el rótulo fijo, en la parte baja de la pantalla. La cadena pública rehuyó en todo momento cualquier especulación y se atuvo a glosar la figura de Isabel II, sin dar por
sentado ningún desenlace. LA PRIMERA COMUNICACIÓN Fue a las cuatro y media de la tarde (cinco y media, hora peninsular española) cuando Buckingham activó el protocolo y comunicó a Truss —la
primera en saberlo— el fallecimiento de Isabel II. Pasarían dos horas más hasta que la página oficial de la Casa Real hizo pública la noticia. Durante ese tiempo, en un efecto cascada, se
iba ampliando el círculo de conocedores de la noticia. Fue el momento más delicado, porque los rumores y las filtraciones comenzaron a cobrar eco. A este corresponsal le llegaron mensajes de
dos fuentes relevantes, que le aseguraban que el fallecimiento ya se había producido. Hay momentos históricos de espera y tensión en los que solo vale la confirmación oficial y definitiva.
Ningún medio cometió el error de adelantar lo que, por otra parte, nadie tenía interés en dar por seguro. El diario _The Washington Post_ aseguró pronto que el fallecimiento se había
producido a las tres de la tarde (cuatro, hora de la península). Todos los hijos de Isabel II, y dos de sus nietos, se juntaron en Balmoral. Pero solo Carlos y su hermana Ana, según _The
Daily Telegraph_, estuvieron presentes en el momento del fallecimiento. Durante dos, o tres horas, los británicos, y el resto del mundo, se agarraron a una intuición, y a una catarata de
gestos, para confirmar el final de la reina. _Sigue toda la información internacional en __Facebook__ y __Twitter__, o en __nuestra newsletter semanal__._