Olor a pan artesanal recién hecho en almería | ideal

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David Roth Almería Viernes, 2 de mayo 2025, 11:27 Comenta Compartir Huele a pan. Pero no a cualquiera, sino a ese que fermenta despacio, que suena crujiente al partirse y que evoca las


cocinas de nuestras abuelas. En plena capital almeriense, dos obradores artesanos están cambiando la forma de entender este alimento básico: La Pelina y Obrador Las Pitas. Más que


panaderías, son talleres de sabor y tradición donde la harina, la paciencia y la pasión se combinan para dar vida a piezas únicas. En tiempos dominados por lo rápido y lo ultraprocesado,


ellos apuestan por volver al origen. Porque a veces, el cambio empieza con algo tan sencillo como un buen pan. Lejos del bullicio del centro pero con el aroma inconfundible del pan recién


horneado, en la calle Cucardo, se encuentra Las Pitas, un obrador artesanal que ha logrado hacerse un hueco en el corazón (y estómago) de muchos vecinos. Su historia no comienza con un plan


de negocio ambicioso ni con grandes inversiones, sino con un hobby doméstico que se fue convirtiendo, poco a poco, en una filosofía de vida. Carlos Salinas, alma mater de este proyecto,


recuerda cómo todo empezó: «Antes de la pandemia, hacía pan en casa, para unos amigos, para un grupo de consumo... Hasta que llegó un momento en el que o montaba algo, o mi mujer me echaba


de casa», bromea. El salón y el patio se llenaron de experimentos panaderos y el siguiente paso natural fue abrir un local. Gracias a la ayuda de amigos y su empeño personal, Las Pitas abrió


sus puertas justo en los días en que estallaba la pandemia. «Éramos esenciales. No solo podíamos trabajar, sentíamos la responsabilidad de hacerlo. La gente necesitaba pan». Lo que podría


haber sido un mal comienzo por las circunstancias fue, en realidad, una oportunidad para hacerse visibles. En aquel entonces, el pan artesanal apenas tenía presencia en Almería capital.


«Había muchas gasolineras, chinos, fruterías... pero pan artesano, muy poco», explica Carlos. En ese escenario, Las Pitas se convirtió en uno de los pioneros locales de la panadería


tradicional y saludable. Su obrador es pequeño, pero eficiente. «No es una fábrica. Es un obrador de barrio. Hacemos pan tres días a la semana: martes, jueves y sábado. Y los días previos


los dedicamos a la elaboración y fermentación», detalla Salinas. Esa fermentación es precisamente la clave de su producto: lenta, respetuosa con el alimento, con tiempos que permiten


degradar los azúcares y el gluten, lo que resulta en un pan más digestivo y saludable. Uno de sus mayores orgullos es la masa madre, iniciada hace seis años a partir de frutas fermentadas.


Aunque el entorno y los ingredientes cambian, y con ellos las bacterias que fermentan el pan, mantienen la base artesanal: «No usamos levadura industrial ni azúcares. Solo harina ecológica,


agua, tiempo y cariño». En Las Pitas se producen entre 150 y 180 kilos de pan al día, lo que permite mantener la calidad sin caer en la trampa de la producción masiva. Además del pan clásico


rústico, integral o de espelta, cada día elaboran panes especiales como el de maíz, de avena germinada y centeno, o de tritordeum, un cereal híbrido nacido en Andalucía. Pero el pan no es


el único protagonista. Su repostería también responde a esta lógica saludable y consciente. Entre sus productos estrella están los donetes de trigo sarraceno, sin gluten ni azúcar,


elaborados con plátano, dátiles y harina de almendra. También ofrecen magdalenas de espelta y arroz, y bizcochos veganos sin huevo ni lácteos. «Apostamos por que cualquiera, incluso con


intolerancias, pueda disfrutar de algo dulce sin miedo», señala Carlos. Además, elaboran bases de pizza con harinas certificadas tipo napolitana, fermentadas durante 72 horas, para evitar


que esa digestión se haga en el estómago. «¿Cuántas veces te has comido una pizza y después te has sentido hinchado? Eso es porque no ha fermentado lo suficiente», advierte. Aunque el éxito


podría invitar a crecer, Carlos lo tiene claro: «Podríamos abrir más tiendas, buscar un local con más paso, pero no queremos perder el equilibrio. Ya me costó la salud una vez». En su caso,


ser autónomo significó enfrentarse a un infarto y a la necesidad de reducir el ritmo. «Queremos vivir. Queremos disfrutar del pan y de la vida». Las Pitas también tiene vocación educativa.


Colabora con la escuela de hostelería local y acoge estudiantes en prácticas. «La gente debe saber qué es pan de verdad. Aquí en Almería se ha vendido pan precocido como si fuera artesano


durante años. Hay que concienciar». El mensaje final de Carlos es claro: «El pan es el alimento base en Europa. No es el enemigo si está bien hecho. Hay que volver a lo auténtico, a lo de


siempre. Comer pan, pero pan de verdad». En pleno corazón de Almería, concretamente en la intersección de la calle Murcia con Joaquín Peralta, se encuentra uno de los obradores artesanales


más singulares y aclamados de la ciudad: La Pelina. Desde su apertura en noviembre de 2022, esta panadería se ha convertido en un pequeño templo del pan tradicional y saludable, donde cada


hogaza cuenta una historia de respeto por los procesos, las materias primas y el oficio. En un momento donde los productos ultraprocesados y congelados inundan supermercados y grandes


superficies, proyectos como el de La Pelina reivindican una manera de hacer pan más humana y consciente. Su propuesta se basa en ingredientes naturales, harinas molidas a la piedra,


fermentaciones lentas y uso de masa madre de cultivo como base principal de su elaboración. Esto solo mejora la calidad del pan, sino que alarga su conservación natural y favorece


digestiones más ligeras, una ventaja que muchos de sus clientes ya han notado. Tal es así, que su pan de pueblo ha sido incluido como uno de los 50 mejores de España. El alma de este obrador


es Fran Cuadrado, un panadero formado en la Escuela de Hostelería y con una larga trayectoria familiar en el mundo del pan. Aunque durante un tiempo exploró otros caminos profesionales,


acabó volviendo a sus raíces, impulsado por una pasión que lo llevó a abrir La Pelina con un objetivo claro: ofrecer un producto honesto, saludable y elaborado con dedicación. «La panadería


es un oficio sacrificado, pero también muy absorbente y apasionante. Aunque en otros momentos de mi vida probé otros caminos, al final volví a lo que realmente me llena. Por eso montamos


este obrador en la calle Murcia: para trabajar con pasión y transparencia, y que todo el mundo pueda verlo». Y lo ha conseguido, gracias también al apoyo de su equipo, compuesto por Noelia y


Raúl, quienes comparten la misma filosofía de trabajo artesano. Uno de los elementos diferenciadores de La Pelina es su obrador a la vista, que permite al cliente observar en directo cómo


se elaboran los productos. Amasados, reposos, fermentaciones, horneados… Todo el proceso queda expuesto de forma transparente. Esta apuesta por la visibilidad no solo genera confianza, sino


que también conecta emocionalmente con una clientela cada vez más interesada en saber qué consume y cómo se elabora. En cuanto a su oferta, La Pelina se aleja del pan blanco convencional y


propone una carta variada y original. Aquí se pueden encontrar panes con ingredientes como pasas y nueces, cebolla caramelizada, tomate seco con aceitunas, cheddar con jalapeños o


elaboraciones integrales a base de cereales antiguos como el tritordeum. A ello se suman dulces y bollería casera que varía según el día: bizcochos de zanahoria o manzana, empanadillas de


fritada con bacalao, galletas de jengibre y, durante la temporada navideña, roscones veganos y mantecados elaborados con aceite de oliva virgen extra. La forma de trabajar también rompe con


el modelo de negocio extendido en el sector. La Pelina abre de martes a sábado por la mañana, una elección poco habitual que responde a la voluntad de respetar los tiempos de elaboración del


pan y garantizar un entorno laboral sostenible. Esta visión pone en valor no solo el producto final, sino también la vida y el bienestar de quienes lo hacen posible. El éxito de La Pelina


no reside únicamente en la calidad de sus productos, sino en su capacidad para adaptarse a las nuevas demandas del consumidor sin perder su esencia. En una sociedad que cada vez valora más


lo natural, lo local y lo sostenible, esta panadería representa un soplo de aire fresco y una alternativa sólida a la panificación industrial. Desde su apertura, el obrador ha conseguido


fidelizar a una clientela diversa: desde vecinos del barrio hasta amantes del pan que recorren varios kilómetros para hacerse con sus hogazas semanales. La respuesta del público ha sido tan


positiva que La Pelina se ha consolidado, en apenas dos años y medio, como uno de los espacios gastronómicos de referencia en la ciudad. Comenta Reporta un error