Pepe mujica: el poeta de la acción enamorado de la alhambra | ideal

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Miércoles, 14 de mayo 2025, 16:22 | Actualizado 18:00h. Comenta Compartir «Al final estoy casi en el paraíso que los hombres pudieron conseguir y conservar. Se me está yendo la vida soñando


con un mundo sin claves… Pero existen cosas que nos dejan sin aliento. Gracias a la vida y a la Historia de España». MÁS INFORMACIÓN José Mujica (Montevideo, 1935-2025) escribió estas


palabras en el libro de honor de la Alhambra durante una visita privada que realizó a Granada poco después de dejar la presidencia de Uruguay. Aunque se despidió del poder, no se alejó de la


política por mucho tiempo ya que, tras su mandato, se implicó en la campaña electoral de su esposa, Lucía Topolansky, candidata a la alcaldía de Montevideo. Perdida aquella contienda, la


pareja emprendió un viaje por Europa que los llevó a Galicia, a Muxika, tierra de sus raíces vascas, y desde Córdoba llegaron a Granada acompañados por el director de la Casa de Sefarad.


Pasaron unas seis horas explorando los secretos de la Alhambra y paseando por el Albaicín. Mujica descubrió, en palabras suyas, «la antítesis del Uruguay», un lugar donde todo es llano.


Aquel viaje los llevó también a Italia, de donde procedía la familia materna del expresidente, y al Vaticano, donde se reunió con el Papa Francisco. «¿SERÁ PEPE MUJICA UN DUENDE LORQUIANO?»


En 2018 regresó a Granada, esta vez invitado para recibir el 'Laurel de Plata' en el Festival de Poesía en el Laurel de La Zubia. «Estaba en un festival de poesía en Argentina e


hice amistad con Ida Vitale y su hija», recuerda Pedro Enríquez, entonces director del festival granadino. Ellas le facilitaron la dirección del poeta en Montevideo y Pedro no lo dudó: viajó


a Uruguay. «Me recibió en su chacra. Estaba viendo un partido de la selección uruguaya, pero me acogió sin prisas, con esa calma sabia que sólo tienen los grandes», rememora. No grabó la


conversación. «Era tan intensa que no quise romper la magia del momento» Fue La Zubia recibido como un héroe: «¡Pepe, Pepe!», coreaban los asistentes mientras él bebía mate, vestido con su


habitual guayabera azul. Habló de la vida, la política y el porvenir, ante un público agradecido que lo ovacionó en los jardines del convento de San Luis El Real. Aquella fue su primera


aparición pública tras renunciar a su escaño en el Senado uruguayo, «cansado del largo viaje», como él mismo dijo. Ya sin las urgencias del poder, el viejo guerrillero hablaba desde una


calma serena, esa que da el tiempo y la distancia. Había enterrado hacía poco a su inseparable perra Manuela, «La mejor persona que he tenido en mi gobierno ha sido mi perra», le dijo a


Enríquez. Tras Granada proseguría su viaje rumbo a Venecia, para participar en la presentación del documental 'El Pepe, una vida suprema', dirigido por Emir Kusturica. «MI JUVENTUD


TIENE BASTANTE QUE VER CON LA INFLUENCIA DE LA GENERACIÓN DEL 98 Y, SOBRE TODO, CON LA QUE VINO DESPUÉS, CON GARCÍA LORCA» José Mujica Expresidente de Uruguay Mujica avisó, con una sonrisa


tímida, al saberse protagonista del séptimo Laurel de Plata: «Resulta un poco exagerado. Alguna vez fui joven y amé la poesía. Naturalmente, mi juventud tiene bastante que ver con la


influencia de la Generación del 98 y, sobre todo, con la que vino después, con García Lorca». Habló también de la «fuerte migración intelectual» que llegó a Uruguay desde «la España


republicana, derrotada y perseguida», y reivindicó el legado de José Bergamín, aquel exiliado sin patria fija que también hizo del lenguaje una forma de resistencia. «Las fronteras son


cicatrices de la historia», sentenció. «La vida de Mujica es compromiso en la acción, no solo en la palabra. Su propia vida es poesía: es un poeta de la acción. Nos sentimos muy orgullosos


de recibirlo en La Zubia», recordaba Pedro Enríquez. Entonces se preguntó: «¿Será Pepe Mujica un duende lorquiano?». Hoy explica que juntos visitaron Valderrubio. «Esa casa conserva el


espíritu de Federico», recuerda Enríquez, visiblemente conmovido, y sintió la emoción en los ojos del uruguayo. La emoción, esa fuerza misteriosa que Lorca nombró duende, fue el verdadero


lenguaje de aquel encuentro. Llegó a Granada sin pompa. Viajó toda la tarde y la noche desde América y aterrizó en España para subirse, como un viajero más, al tren que lo llevó hasta


Antequera-Santa Ana. Bajó con sus vaqueros gastados, la guayabera celeste y el pelo despeinado. Un hombre común que traía consigo una vida vivida con coherencia. Comenta Reporta un error