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Miércoles, 7 de mayo 2025 | Actualizado 08/05/2025 14:06h. Comenta Compartir Sara está embarazada. Solo tiene dieciséis años y no entiende cómo ha podido pasar. Ella toma pastillas
anticonceptivas. Aunque, bueno, puede que haya tenido algún que otro retraso en la administración. Sus amigas la han animado a hacerse una prueba y ha dado positivo. Está de ocho semanas. Se
lo ha contado a su novio y este ha dicho «que no quiere hacerse cargo ni saber nada del tema». Las dudas y los miedos se multiplican por segundos. «¿Se me notará? ¿Y si mis padres se
enteran? Me van a matar. ¿Puedo abortar sola?». Las lágrimas brotan de sus ojos. Se frota la cara, enrojecida, con las manos. Se siente perdida y, sobre todo, culpable. «Creía que no era tan
importante. Se me fue pasando. No pensaba que iba a pasar de primeras», admite Sara. «Me enteré en marzo. Estoy de dos meses. He llamado a una clínica de interrupción de embarazo y tengo
cita este viernes, pero no sé qué hacer», cuenta desesperada. Frente a ella, dos alumnas de Medicina de la Universidad de Granada escuchan con atención. Lo que estas no saben es que la
historia de Sara no es real, no está embarazada, aunque sí es un caso al que tendrán que enfrentarse el día de mañana. En este momento, hacen el papel de 'médicos' parte de una
clase magistral de Ginecología. El aula está prácticamente llena. Bajo las miradas de sus compañeros, deben explicarle a Sara las opciones con las que cuenta. Inicialmente, le sugieren que
acuda a la clínica privada. «Allí, son diez minutos. No necesitas aprobación de tus padres y tranquila, que no se te va a notar. Después, puedes retomar los anticonceptivos directamente.
Tienes dieciséis años. Todos cometemos errores. Puedes ir sola, aunque lo ideal es que tengas apoyo, pero eso es una decisión tuya», le comenta una de las alumnas. Pero hay otra vía. En el
SAS, pueden recetarle un medicamento abortivo de una sola toma». «Nosotras te indicamos la dosis y te la administras en casa. Provoca contracciones uterinas, tendrás dolores y sangrado. El
proceso tarda una semana», apunta la compañera. «Si quieres, también puedes cambiar de método anticonceptivo a uno que sea más cómodo y que no tengas que recordar tomar una pastilla cada
día», añade. «¿Pero y después de hacer eso, de abortar, puedo seguir con mi vida normal?¿No me va a dar problemas si me vuelvo a quedar embarazada?», pregunta Sara. Pero no, la interrupción
del embarazo no es un condicionante para concebir más adelante. Otras dos mujeres se presentan ante los alumnos de Medicina. Cristina, de 38 años, embarazada y que no quiere ser madre, y
Ana, a quien le han quitado el aparato reproductor tras hallar una lesión precancerosa y que no sabe si puede mantener relaciones. Muestra signos de violencia. Cabe destacar que, según los
expertos, hay «mucha» patología derivada del maltrato. ¿OBJECIONES? Es una simulación. Las tres son actrices, pero cuentan realidades que ponen en jaque las creencias de los futuros médicos.
Los objetores de conciencia existen. En esta clase, no obstante, cuestionan la ley. En España, se puede abortar hasta las 14 o las 22 semanas, según el feto. ¿Por qué no alargarlo hasta las
28 como en otros países? La catedrática Enriqueta Barranco, reconocida por su defensa de la salud de la mujer, señala que «no hay criterios uniformes y van cambiando» y advierte que ya no
hace falta hacer ecografía para interrumpir el embarazo. La propuesta sobre la mesa pretende que los farmacéuticos puedan indicar estos medicamentos «para ahorrar a la paciente consultas
innecesarias». «¿Y no es posible hacer un acompañamiento a la paciente que aborta en casa con el medicamento?», plantea una alumna. Pero eso no lo contempla la ley. Quien guía la asignatura,
el catedrático Nicolás Mendoza, les recuerda «lo que puede sufrir una adolescente que tiene todas las dudas y miedos del mundo, el desconocimiento». Así que, «más allá de opiniones
ideológicas o religiosas, os pido que os pongáis siempre de parte de quien está al otro lado, que es el paciente». Comenta Reporta un error Límite de sesiones alcanzadas El acceso al
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