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Fue un 'déjà vu', algo ya visto, pero a lo bestia. El personal de los centros de Salud de Almanjáyar y Cartuja afrontaron el derrumbe ... eléctrico del pasado 28 de abril con la
sabiduría y la templanza de quien ve llover sobre mojado. Es verdad que tuvieron que regresar al pasado y hacer las recetas con bolígrafo y letra de médico. Los pacientes que atienden a
diario, vieron el lunes a sus médicos y enfermeras y recibieron asistencia santiaria, pero el 80% de los 1.500 de una jornada normal no pudieron culminar las gestiones a las que iban por los
problemas eléctricos. Se revisaron constantes, se atendieron urgencias domiciliarias y la atención sanitaria mantuvo su curso, pero no se pudieron dar bajas o tramitar otras gestiones que
requerían el uso de los ordenadores o sistemas que no estaban en uso. «Unos se lo tomaron mejor y otros, peor, pero era lo que había», explica que una de las facultativas de Almanjáyar. Pero
también fue un regreso a un presente (y si nadie lo remedia, al futuro), el de los habitantes del distrito norte de Granada, que viven prácticamente a diario pendientes de las espantadas de
la luz. Es una epidemia para la que no parece haber cura. NEBULIZADORES En este sentido, las plantillas al completo de los dos centros sanitarios de Almanjáyar y Cartuja han querido
aprovechar que el desastre ha afectado a toda la población para recordar al resto de la ciudad la situación que soportan cientos sus vecinos y pacientes desde hace años. No es que quieran
regodearse con el mal del muchos. Al contrario. Su intención es señalar un problema que para ellos es habitual y les ocasiona importantes quebraderos de cabeza. Y lo que es todavía peor: que
pone en peligro las vidas de los enfermos que dependen de la electricidad para, por ejemplo, poder respirar. O los que están enganchados a los nebulizadores, unas máquinas que convierten
los medicamentos líquidos en un vapor que se puede inhalar con más facilidad. Son personas que, por lo general, padecen patologías crónicas que pueden verse agravadas cuando la corriente
deja de fluir, una situación que en la zona norte se repite con una frecuencia desesperante. Cuando ocurre, una 'cuerda de presos de la tecnología' tiene que dirigirse a los
hospitales para 'enchufarse' de nuevo a la vida. DESPLOME Lo normal es que ese desfile pacientes no se vea, pero no es por la oscuridad, es por que no se quiere mirar. Al menos eso
es lo que aseguran los afectados y el personal sanitario que les atiende. Lo de estar constantemente caminando por el filo de la navaja no es nada saludable, en el amplio sentido de la
expresión. «Menos mal que el día del apagón no vino nadie que necesitase un electrocardiograma», se felicitan los médicos que prestan sus servicios en los barrios del norte de la ciudad, que
son también los que sobrellevan los índices más altos de pobreza y desempleo. El desplome del suministro eléctrico del pasado, y ya histórico, 28 de abril igualó a todos. _Nota de la
redacción_: Por un error, en la edición impresa se apunta que el 80% de los pacientes no fueron atendidos, cuando lo que se quería expresar es que todos fueron vistos por el personal
sanitario, pero un 80% de las gestiones que iban a hacer no fueron posible por los problemas de electricidad.