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En 1967, el psicólogo Martin Seligman realizó un experimento con perros como parte de su investigación sobre la depresión. Sometió a grupos de perros a ... descargas eléctricas de las que no
podían escapar. Posteriormente ofreció a esos mismos perros una vía de escape, pero descubrió que permanecían inmóviles, resignados ante la creencia de que no tenían control sobre la
situación. A esa sumisión sin respuesta, Seligman la llamó indefensión aprendida. Durante buena parte del año, los futbolistas del Granada han sido esos perros. Encerrados en una mediocridad
estructural e incapaces de responder a los estímulos de la competición, como si hubiesen interiorizado que luchar no servía de nada, tocaron fondo en la derrota frente al Eibar. Ni siquiera
la opción de defender su posición de 'play off' fue suficiente ese día para que intentaran escapar de otro año en LaLiga Hypermotion. Sin embargo, la llegada de Pacheta ha
recordado a los jugadores que aún tienen la posibilidad de huir de la descarga, y el empate 'in extremis' del Racing ha devuelto al Granada el control de la situación, justo cuando
la resignación parecía instalada en el ambiente. Y en este deporte, tan propenso a la ciclotimia, el factor emocional puede ser más importante que cualquier sistema táctico, porque ahora
los futbolistas creen, al fin, que pueden escapar del dolor. El Racing, en cambio, afronta esta última jornada desde el otro lado del experimento. Fue uno de los mejores equipos del curso
pasado y se cayó del 'play off' en la última jornada. Este año hizo un primer tercio de temporada excelente, pero sus últimos meses han sido mediocres y llegan a este partido bajo
la amenaza de revivir un trauma reciente. En estas situaciones, la mente puede pesar más que las piernas porque la ansiedad, como las descargas eléctricas de Seligman, tiene efectos
paralizantes. Es un partido de fútbol, pero también es una batalla psicológica entre un equipo que llega con vida cuando estaba muerto y otro que siente que puede volver a morir aun estando
vivo. A veces, entre un ascenso y un fracaso, no hay más diferencia que una descarga y la voluntad de evitarla.