Una final para desbloquear el futuro | ideal

Una final para desbloquear el futuro | ideal

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Es una final que no da un título, ni siquiera el ascenso, sino la oportunidad de disputarlo en un 'torneo' de cuatro partidos posibles. Un ... encuentro crucial para desbloquear el


futuro a corto plazo del Granada. Convertir todo junio en laborable para lo competitivo, mejor que anticipar unas amargas vacaciones deportivas. Todo esto se resuelve este domingo en Los


Campos de Sport de El Sardinero, estadio con solera, que fue de esa Primera división a la que aspira su anfitrión. Un Racing de Santander con el mismo objetivo que los rojiblancos, al que le


valdría con empatar, aunque no es de esos equipos que salen a especular, lo que a veces también es una debilidad, sobre todo en el ambiente de confusión en el que se encuentra tras sus


últimos resultados. Los del revolucionario Pacheta, en cualquier caso, son dueños de su destino. Si ganan, habrá presencia en la promoción para subir a la élite. Si firman las tablas con los


cántabros, necesitarán la derrota del Almería en su campo ante el descendido Tenerife. Si los indálicos son los que empatan y los nazaríes sí vencen, el Granada será quinto y tendrá la


ventaja de campo en una hipotética segunda eliminatoria en caso de cruzarse con los del Mediterráneo. Pero cualquier confusión se despeja sumando los tres puntos, que sella el pasaporte como


poco. Para ello ha evolucionado la escuadra de rayas horizontales desde la llegada del entrenador burgalés. Afianzó el sistema con tres centrocampistas, el que tanto le costó ver a su


predecesor, Fran Escribá, que lo colapsó en su último encuentro cuando alineó a cuatro pivotes al mismo tiempo. Pacheta empleó el sentido común y se cargó el rombo. Volvió a abrir los


extremos con Rebbach y Tsitaishvili y les aumentó el suministro para que se acercaran más al gol. Recuperó a Manu Lama para afinar la salida de balón, para lo que añadió a Luca Zidane bajo


palos en su segundo partido, dominante el francés como si fuera un líbero. En la media, pasó del expansivo Sergio Ruiz a la potencia de Hongla, quien con criterios claros sí funciona, sin


cuentas pendientes con el actual técnico. Ahora, Pacheta cierra el ciclo de tres jornadas y ya ha demostrado que su plan experimenta matices con independencia de los marcadores, con la


opción de que el cántabro recupere sitio en casa. Sin duda, ha oxigenado un vestuario que respiraba un ambiente viciado tras las dos derrotas consecutivas que propiciaron el cese de Escribá.


El Granada ha pasado de pretenderse un adversario incómodo y reactivo, que quería que ocurrieran pocas cosas sobre el verde, todas bajo control y la mayoría a su favor si pudiera influir


siempre, a una versión atrevida, que se expone más, lo cual desarrolla el talento del grupo pero también lo somete a las respuestas de los contrincantes. El balón fluye mejor, el ritmo de


juego es más elevado y las ocasiones de gol se disparan, pero sigue encajando en momentos críticos y esto evoca la psicosis de otros meses del campeonato, que en instantes provocaron el


desmoronamiento. Pacheta quiere todo de todos, algo en lo que coincide con el anterior inquilino. También ha rehabilitado a Józwiak, pero en la banda derecha, y ansía el rendimiento con


Stoichkov o Weissman, partícipes del tanto ante el Castellón de Ricard Sánchez, otro que forma parte de la segunda unidad. Por las propuestas de los respectivos preparadores, se aventura una


lucha con muchas oportunidades en El Sardinero, pues prevalece la ambición en ambos bandos. Sin embargo, llegados a esta altura de la Liga, el miedo puede calar y nadie quiere lucir la


etiqueta de favorito. El Granada viene de una campaña mediocre, en la que ha tocado poco los puestos de privilegio, aunque se despegara poco de ellos. El Racing, de menos a más estos años,


sí se ha mantenido entre los mejores hasta su reciente espiral negativa. Se lo juegan todo a 90 minutos más su añadido. 500 granadinistas lo contemplaran en un estadio atestado de


'enemigos', como en su día en Elche. La diferencia es que el triunfo solo abre la puerta del otro reñidero. La derrota, algo peor. Ya no está Ighalo, un papel que tendrá que


interpretar otro.