Trump y la Yenka | Ideal

Trump y la Yenka | Ideal

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Catorce años tendría yo cuando se puso de moda un baile llamado la yenka. Visto hoy con mirada adulta, no podía ser algo más tonto. ... Como simple era la letra, que todavía recuerdo. Pero


esa simpleza, supongo, hizo ricos a los autores y al mundo de la farándula de entonces. Lo más pegadizo era el estribillo: «Izquierda, izquierda, derecha, derecha, delante, detrás, un dos


tres». Así se bailaba la yenka, y la gente joven tenía esa canción metida en el cerebro. Yo misma, que con el tiempo he olvidado el baile, hoy bailaría la yenka si lo intentara. Su éxito era


la vulgaridad y machaconería. Nada en qué pensar. Lo que entonces no podía sospechar era que el mundo entero de 2025 bailaría la yenka a la fuerza y aterrorizado, porque así lo ha decidido


un autócrata que amenaza al mundo con otro 'crak del 29', o con la tercera guerra mundial, si no bailamos su yenka. Da mucho en qué pensar que a este gobernante del país más


poderoso del mundo lo hayan elegido ciudadanos supuestamente libres y civilizados. Pero tampoco es del todo raro. Es que antes eligieron, entre millones de demócratas disponibles, a un


anciano que mostraba signos de pérdida de memoria, y anteriormente ya probaron la medicina de este republicano desequilibrado, Trump, que vive al son de la yenka y cuyo único programa en


relaciones exteriores son los aranceles. Es que ya vimos su reacción cuando perdió las elecciones, mandando a los suyos a invadir el Capitolio. Es claro que la democracia americana no tiene


buena salud desde hace mucho. Porque no olvidemos los asesinatos de los Kennedy, aún no esclarecidos del todo. No es que los españoles tengamos mucho de lo que escandalizarnos. Vivimos en un


sobresalto de pánico y escándalos de todo tipo, incluidos burdeles y mancebas de lujo que costeamos a gobernantes, y otras cosillas así que llenan la prensa diaria. El último disparate, que


hoy no quiero tratar en caliente, fue el apagón general de España el 29 de abril. Un fiasco político y tecnológico que nos puso a la cola del mundo y nos volvió a la E. Media. Sin embargo


nadie ha dimitido y el país sigue rodando porque aquí andamos tan narcotizados como en EE UU y la yenka política es el pan nuestro de cada día: no hay palabra dada en España por un


gobernante que dure una semana. Pero al menos lo que pase aquí no amenaza con destruir el orden mundial. Solo nos destruimos nosotros mismos, sirviendo de mofa a los que nos contemplan desde


fuera. Lo de EE UU es más grave. Es una amenaza sobre nuestras cabezas, porque el chantaje de Trump no va a cesar mientras sea presidente de los EE UU. Acaba de empezar su mandato y ya ha


puesto al mundo patas arriba. Por eso de nada sirven los tres meses de moratoria de los aranceles. Sin olvidar el ataque visceral a los chinos, que no se van a estar con las manos cruzadas.


Estoy segura que Trump ya tiene buscado un paraíso a donde huir, por si sus experimentos políticos le estallan en las narices. Es mejor así, porque estos personajes desequilibrados y


resentidos son como las fieras heridas, que mueren matando, como hizo Hitler. Lo mejor que nos podría pasar es que se aburra de sus experimentos y adelante la marcha, con su harén, a una


isla virgen del pacífico. Y si compra Groenlandia sólo para él también sería la salvación. Pero no caerá esa breva. Realmente no veo optimismo por ningún lado, y tampoco entiendo que las


Bolsas no se hundan, aunque ciertos es que los mercados financieros van como la yenka, como pollo sin cabeza, mientras el terror sacude a la clase media, la gran víctima como siempre, que no


sabe si es mejor gastarse en juergas el fondo de ahorro que hizo para la vejez o si le conviene comprarse un pisito para tener una renta con la que sobrevivir cuando todo colapse. Aunque


esa salida del pisito en la España de hoy es disparatada porque aquí la propiedad es pecado y los impuestos que gravan la propiedad son confiscatorios. Sin olvidad a los okupas, espécimen


típicamente español. En suma, visto lo visto, acaso lo mejor sea copiar otra moda de la época de la yenka y hacerse hippy. Vagar sucio por ahí predicando paz, ecología y amor libres, sin


ataduras materiales. Sin electricidad ni agua caliente en la ducha. Habitando en una tienda de campaña cercana a un rio, y cambiar de rio cuando la mierda y basura acumulada llegue hasta el


techo. Así no hay complicaciones: basta la guitarra al hombro, la túnica que tape las vergüenzas, y a vivir del cuento y de las subvenciones. Es que cuando menos lo esperemos el tío de la


yenka se levanta mosqueado y le da al botón rojo. Me lo tengo que ir pensando antes de que se agote su prórroga de tres meses con los aranceles. O sea, que la canción de este verano debería


ser la yenka de nuevo. Por cierto, en otra columna, como decían los geniales Tip y Col, hablaremos del Gobierno y de la España sin luz. Hoy no tengo fuerzas para eso.