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Hace décadas en un encuentro científico internacional en el que participaba y que tuvo una enorme trascendencia para la formulación de los acuerdos de París ... en orden a la declaración
sobre los procesos de desertificación y su repercusión en las dinámicas espaciales, en concreto a los procesos de inmigración africana hacia Europa. Se advertía que ya se había iniciado un
proceso migratorio que movilizaría a unos veinte millones de africanos en las próximas décadas debido a los procesos de desertificación, inestabilidad política y desigualdades sociales. La
mala gestión de los usos del suelo por sobrepastoreo, abandono de tierras agrícolas y malas prácticas agrícolas, estaban produciendo un proceso de pérdida de la capacidad productiva del
suelo. Unido a ello la inestabilidad política en países del norte de África y el 'Sahel', producida fundamentalmente por la corrupción institucionalizada que, unida al
mantenimiento de unas estructuras de poder vinculadas a países extranjeros con intereses políticos y económicos en la zona, estaban generando un caos social por las desigualdades que
provocaban y los enfrentamientos tribales e integristas, generando inseguridad, pobreza y déficit sociales de todo tipo, siendo el más acuciante el sanitario. La posibilidad de un cambio
radical de vida como consecuencia del acceso a Europa y las oportunidades que se ofrecían, determinaron los procesos migratorios hacia los países de la frontera sur europea utilizando los
medios a su alcance y orientando su destino en función de la presencia de familiares o paisanos que ya comenzaban a instalarse en determinados enclaves territoriales. Paralelamente, las
autoridades nacionales de Francia, Italia y España comenzaron a plantearse la necesidad de ordenar estos procesos migratorios y/o restringirlos. Sin embargo, no lograron frenar el proceso;
la razón era que la inmigración se había convertido en una fuente de ingresos económicos para los estados emisores de emigrantes y para las mafias gestoras del tráfico humano; además de
convertirse en una válvula de escape a la presión social de sus países. Todo ello hacía muy difícil los procesos de devolución a los países de origen con garantías jurídicas y humanitarias,
además del pago por admisión de sus propios ciudadanos. El éxito de la inmigración africana está relacionado con el impulso del crecimiento económico y los cambios habidos en los sectores
productivos, unido a la universalidad del acceso a la salud pública y a los sistemas de ayudas sociales. En el caso de Almería, el cambio en la estructura de la empresa familiar agraria,
pasando a ser mediana o gran empresa unido a los procesos de comercialización, obliga a la contratación de mano de obra asalariada, siendo la emigración el nicho básico de mano de obra y
aunque no era lo deseado por los emigrantes, era la alternativa más viable para regularizar su situación y garantizar su supervivencia. De otra parte, el modelo productivo no estaba
preparado para acoger los contingentes migratorios e integrarlos social y habitacionalmente, lo que provocó situaciones de difícil justificación y abuso, con la aparición de fenómenos como
los pisos patera, la infravivienda y el chabolismo. Estas contradicciones y abusos no solo era responsabilidad de la sociedad de acogida, sino que también era y es de los propios inmigrantes
que abusaban de los que iban accediendo o encontraban en el chabolismo una situación para ahorrar gastos y poder transferir recursos a sus lugares de origen. El crecimiento de la
inmigración ha estado favorecido por el efecto llamada, manejado muy bien por las redes mafiosas y unido al buenismo de determinados colectivos, algunos supuestamente humanitarios, que han
sido colaboradores necesarios de los grupos mafiosos. Paralelamente la política del Estado en orden a la inmigración, desde la llegada al poder el actual Gobierno, se ha basado en el
«laissez faire», renunciando a aplicar la legislación vigente, disminuyendo los sistemas de control y gestión migratoria, así como a la acción de cooperación exterior coherente y decidida
con respecto a los países emisores. Todo ello ha generado situaciones de muy difícil solución pero que son necesarias abordar con urgencia desde el Estado y no solo con el voluntarismo de
las organizaciones humanitarias.