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Fue pura chiripa. Habíamos ido a hacer esquí de fondo a la Ragua. Un miércoles, creo que era. Hace tantos años que la cosa esa ... del Internet estaba en mantillas y los móviles, de haber
existido, se hubieran considerado un invento del diablo. Que es justo lo que son, por otra parte, pero no quiero dispersarme. —¿Qué es aquello de allí en lo alto? —El Castillo de La
Calahorra. —¡Qué pasada! Ni idea de que había un castillo por aquí. ¿Nos asomamos a verlo? Y nos asomamos. Y quiso la casualidad que, si era miércoles, el miércoles era el único día que
abría al público. O lo mismo era jueves. O viernes. Eso da igual. Lo importante era que estábamos allí. Pero lo más grande, lo más sorprendente y espectacular nos esperaba dentro, que estaba
todo 'forrado' de mármol blanco. ¡Demonios! Aquello no era un castillo. ¡Era un auténtico palacio! Recuerdo que me volví muy loco. No sé ahora, pero en aquellos entonces, la única
función del responsable de la seguridad del castillo era abrir sus puertas. Juraría que hasta tuvimos que ir a buscarle a algún bar del pueblo, dado que por allí no pasaba nadie, pero lo
mismo es un falso recuerdo. El caso es que subimos y bajamos, nos encaramamos, escalamos y yo qué sé cuántas cosas más. Sin saberlo, tenía un stendhalazo de manual. ¡Qué locura! No había
medida de seguridad alguna. Tampoco ningún otro visitante. ¡Toíco entero pa' los titis! Luego me entraron las dudas y zozobras intelectuales. En mis cortas entendederas, un castillo era
un castillo. Algo sobrio, austero y funcional. De colores oscuros. Piedra, barro y tierra. Muy medieval. ¡Ay, el imaginario colectivo provocado por el cine! ¿Pero ese derroche de mármol?
¿Esa belleza renacentista? ¿Cómo podía estar ahí? Que sí, que sí. Que tenemos los palacios nazaríes en la Alhambra. Pero no era lo mismo. Y de vuelta a Granada, tres preguntas
estupefacientes. ¿Cómo era posible que no se conociera más esa auténtica joya? ¿Por qué estaba tan abandonada? Y, sobre todo: ¿por qué abría sólo un día a la semana y en unas condiciones tan
precarias? Luego, ya en casa, me lo estudié todo. Y lo entendí. Pero no. O sea, lo entendí, pero no podía comprenderlo ni compartirlo. Menudo despropósito. De ahí que la noticia de que
Diputación lo vaya a adquirir me parezca tan extraordinaria. ¡Gracias!