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Entre romantizar el gran apagón y vomitar y excretar bilis debería haber un término medio. Como escribía ayer, ver a la gente en el Zaidín ... comportándose con total normalidad después de
escuchar voces que exigían al Gobierno tomar el control, con todo lo que eso supone, me dio mucha tranquilidad. A mí también me gustó ver a la gente en la calle, tan pichi. Pero miren: que
para juntarse, dar una vuelta y charlar con la gente, para estar menos pendientes de las pantallas; no hace falta un apagón o un enjambre sísmico que nos saque de la cama. A quienes se
quedaron encerrados en ascensores, varados en una estación o inmovilizados en un tren, ese rapto poético de la gente tomando cañas al sol y hablando con vecinos a los que no saludaban desde
hace la intemerata les traerá al pairo y les importará una higa. Como a quiénes hayan perdido cientos, miles de euros con la broma. Pero siempre será mejor romantizar y quedarnos con el lado
más luminoso de la vida, como cantaban los Monty Python, mostrarle buena cara al mal tiempo; que la reacción contraria: maldecir, poner a caer de un burro, insultar, etc. Lo realmente
indignante es que hay gente a la que le hubiera gustado que el apagón durara más tiempo. Pero no para tomarse la vida con más calma y sosiego, sino para poder criticar con más ahínco. Gente
que habría preferido que las consecuencias hubieran sido peores. Más caos y así. ¡Leña al mono! Eso sí: queremos saber. Qué, cómo y por qué. Porque si la opción del ciberataque era mala, la
de la posible obsolescencia de nuestra ya famosa isla energética ibérica es peor. Y no les digo ya que no se hablen unas fuentes de energía con las otras. Que recelen. Que se malmiren. Que
se ignoren. Todo ello en un sentido figurado. A estas alturas, con la cuestión eléctrica ya polarizada entre los del Nucleares no, gracias y los antiwokistas que reniegan del viento y el sol
como fuentes de energía; seguimos sin saber realmente qué pasó. Ahora, lo que les toca a los del argumentario partidista es tirarse los electrones a la cabeza, faltaría más. Lo del lunes no
debería volver a ocurrir. Sin embargo, la sensación general es que no sería raro que se repitiera. Y eso no tiene nada de romántico, bucólico ni bonito.