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Comenta Compartir La guerra es la política por otros medios, sí, pero una política del odio, y del odio a la política también, una política del miedo ... y del miedo a la política. La
política, en cambio, así en la paz como en la guerra, supone siempre el odio a la guerra, pero un odio relativo, reversible. Por eso el tránsito del estado de paz al estado de guerra,
mediando o no la política, es tan fácil y tentador. Más fuerte que el odio es el miedo, más fuerte que el miedo el vicio. El vicio es el medio de imponer el miedo por vías menos dolorosas.
Pasó con la pandemia y ahora está pasando con la amenaza difusa de una guerra continental y el kit de pertrechos imprescindibles para sobrevivir a la catástrofe convertido en un zombi
político. Como ocurría en '1984', para amansarnos y mantenernos controlados, se está escenificando ante nuestros ojos perplejos una guerra solo real en parte (Ucrania). Conforme a
la vieja lógica de la disuasión, se despliega una guerra de ficción y se desarrolla una estrategia de simulación donde los efectos del rearme se hagan sentir en los cerebros de los aliados
más prepotentes y los enemigos más próximos y peligrosos y no en la realidad efectiva de las ciudades y los ciudadanos. Y todo para encubrir que Europa se ha quedado fuera de juego, otra
vez, excluida del juego de la guerra permanente en la paz perpetua, y viceversa, con el que el adolescente Trump y su cómplice inesperado Putin pretenden reconstruir, en beneficio mutuo, un
escenario global plagiado de la Guerra Fría, con el imperio americano de un lado del tablero y el imperio ruso del otro, dominando cada uno con celo su zona de influencia geopolítica. Nadie
sabe a lo que juega Europa, por desgracia. Podría creerse que la política de rearme, que tan nerviosos pone a los socios pacifistas de Sánchez, no es más que la simulación de una posición de
fuerza por parte de un actor al que no se atribuye poder de decisión, mucho menos de acción, con el fin de disimular su impotencia en la situación. Qué hará la UE en el futuro con los
juguetes bélicos en los que promete invertir una fortuna es la pregunta que ningún mandatario europeo se atreve a formular por temor al descrédito de sus colegas envalentonados. Cuánto
rédito electoral piensan extraer estos fanfarrones de la ostentación fálica de su poderío armamentístico es la incógnita que los votantes tendrían que despejar antes de que los ciegue la
propaganda de guerra y no puedan ver la verdad desnuda. Estos políticos son unos jugadores ineptos. Límite de sesiones alcanzadas El acceso al contenido Premium está abierto por cortesía del
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