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Era por 2013 cuando el pontífice se dirigió a una multitud de jóvenes en Río de Janeiro. ¡Hagan lío! Fue la llamada. Aquellas dos palabras ... se convirtieron en poderosas saetas que
buscaban el corazón de una Iglesia que debía alejarse a la 'desesperada' de lo cómodo y lo institucional para ser la realidad dinámica y viva que el Señor forjó en aquel
Pentecostés. El Espíritu Santo está acostumbrado a provocar mucho 'lío' en la historia y en el corazón de la humanidad. Francisco buscaba herir de muerte esa poderosa enfermedad
que consume la ilusión, devorando sin piedad cualquier entusiasmo que es el aburrimiento. Sacudirse la costra que el tiempo macera con elaborada atención y que desemboca en el temido tedio.
En definitiva, vivir del Evangelio y desde el Evangelio. Llego tarde, lo sé. Se han volcado millones de palabras en miles de editoriales. La originalidad y los enfoques abarcan singulares
miradas y buscan atentos lectores. Simulados detractores y apasionados defensores de su papado y su persona buscan el atino que la escritura permite. No voy a centrarme en cifras,
estadísticas, logros o tareas interrumpidas. Pasaré de largo por insulsos vaticinios que pretenden percibir poderosas tensiones en conclaves cercanos. Quiero hablar de esa Iglesia de los
últimos, hospital de campaña que Francisco mostró con una autoridad espiritual indiscutible. Quiso volver al Jesús de los Evangelios. De aquellos que Rainer María Rilke, el poeta para
poetas, asombrado ante la rigidez y falta de misericordia de sus conciudadanos creyentes, clamaba diciendo si alguna vez habían leído los Evangelios y habían oído hablar del Hijo de Dios.
Francisco/Jorge no ofrece dualidad o problemas de identidad. No es un héroe sin antifaz pero con mitra, aunque su vida fue heroica hasta el final. Francisco devoró a Jorge. Sólo era Pedro y
la inmensa barca se manifiesta tozuda para las maniobras arriesgadas. No quiso buscar un puerto seguro, sino que comprendió que la tormenta es el lugar donde los hombres y Dios pueden
encontrarse. Recordando a Murakami, para eso son las tormentas, para salir renovados, fortalecidos de ellas. Recuperó para propios y extraños a la adúltera (San Juan 8,1-11), al paralítico
(San Marcos 2,1-12), al endemoniado que habitaba en sepulcros, hombre después de todo, al que todos pretendían encadenar (San Marcos 5,1-20)... esta incómoda pléyade de personajes son el
espejo de una humanidad que sufre y que precisa una estancia para sanar (Iglesia) y un Dios con el que encontrarse y dialogar con las palabras que sólo el corazón amigo sabe pronunciar.
Fuiste un hombre de profunda fe y abundante oración. Siempre te dejaste sorprender por Dios, como María, a quien profesaste una devoción inmensa, quizás comprendiendo que al igual que ella,
la elección y la misión desbordaba la capacidad humana. Amigo Francisco, (porque fue Francisco quien nos pidió oración) rezaremos hoy por ti al igual que nos pediste al comienzo de tu
pontificado. Descansa en paz y no dejes de orar por la Iglesia, por la humanidad.