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Comenta Compartir ¿Cómo serías si de pronto no estuvieras donde estás, sino en otra parte? ¿Qué harías, cómo reaccionarías, si en lugar de habitar el cuerpo ... que conoces, soportas o
incluso padeces, se te despachara sin más trámite al interior de otro cuerpo, con sus particulares capacidades y discapacidades, diferentes de esas a las que estás acostumbrado? ¿Cómo te
sentirías, por ejemplo, al verte en un cuerpo femenino siendo hombre, o en uno masculino siendo mujer? ¿Y en uno sano tras hacerte a la enfermedad, o en uno achacoso cuando gozabas de buena
salud? ¿Cómo viviría un niño alojarse en un adulto, y viceversa? ¿Qué sería de nuestros afectos si el organismo de nuestros seres queridos lo ocuparan extraños, que llevaran su rostro pero
ya no fueran ellos? A todas estas preguntas y algunas más trata de responder a través de la ficción 'La transmigración', la más reciente novela del autor malagueño Juan Jacinto
Muñoz-Rengel, una rara avis en nuestro panorama editorial, que parte de una premisa fantástica para indagar en los mecanismos más profundos de la realidad que habitamos y poner en cuestión
algunas de las certidumbres que nos sirven para transitarla sin mayor preocupación. Damos por sentado que nuestro ser determina nuestro estar y que eso nos asigna una identidad más o menos
firme, pero ¿qué pasaría si nos viéramos bruscamente despojados de esa certeza para cambiarla por el temor a acabar dentro de cualquier otro? Así les sucede a los personajes de esta novela,
que con su inteligente composición y su elegancia en el estilo se emparenta con ese inolvidable clásico de la literatura del siglo XX que es 'La metamorfosis' -o, en traducción más
fiel, 'La transformación'- de Franz Kafka. En el célebre relato kafkiano el único que cambia de cuerpo, del suyo humano al de un monstruoso insecto, es el protagonista, Gregor
Samsa, mientras que en la propuesta de Muñoz-Rengel la transmigración afecta a todos. Se convierte así su narración en alegoría de un mundo en zozobra, donde todos vivimos sumidos en la
confusión y la precariedad, apenas asidos a unas referencias cada vez más resbaladizas e inestables. «Ahora no sirve de nada reconocer las caras», razona uno de los personajes, que ve cómo
su marido se marcha y al cabo de varios días su cuerpo regresa con un desconocido dentro. En medio del caos, sugiere la novela, sólo nos sostienen la voluntad de seguir siendo en lo posible
y la capacidad de adaptarnos a lo que no somos: la comprensión, siempre insuficiente, de lo que ocurre dentro de todos esos pellejos que no son el nuestro. Límite de sesiones alcanzadas El
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