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Hasta ahora, la política parecía tener líneas rojas que no se saltaban. No me refiero a lo que pasa aquí en España, donde más que ... líneas rojas tenemos láseres estilo 'Misión
Imposible', que siempre se pueden desconectar. Hablo del contexto internacional. El comercio, por ejemplo, tenía sus pautas, sus modos de proceder, de respetar al otro y de evitar hacer
saltar por los aires el entramado global. Sin embargo, Trump lo ha puesto todo patas arriba porque sí, sin mesura ni control. Entre las normas no escritas de la diplomacia internacional
había una que recomendaba no dejarse llevar demasiado por la testosterona como para insultar a otro dirigente mundial. A veces ocurría, pero era la anécdota, no la costumbre. Y los equipos
de Asuntos Exteriores se lanzaban rápidamente a paliar los daños causados por la metedura de pata. Con Trump, en cambio, lo esperable es el exabrupto, la descalificación grosera y, sobre
todo, la humillación. Y, además, se acompaña de un coro formado por sus propios colaboradores que deberían ser los primeros en recriminar en privado a su 'señorito' haciéndole ver
lo inconveniente de su comportamiento para las relaciones internacionales. En el caso de Trump sucede lo contrario no sé si por convicción o por miedo a rebatir al déspota que puede acabar
con uno de forma fulminante. Es lo que vemos habitualmente pero en especial con la decisión de convertir el Despacho Oval en un plató de televisión para escarnio del personaje elegido. Es
una de las peores devaluaciones de la Presidencia de Estados Unidos desde que está él. Para los norteamericanos, el Despacho Oval era un 'sancta santórum' que miraban con devoción
cuando podían visitarlo y, ahora, es una covacha de trámite donde el presidente hace el trabajo sucio. Como una cabaña en el rancho. Lo hizo con Zelenski y lo ha vuelto a hacer con el
presidente de Sudáfrica. Juega con el impacto que las imágenes tienen en el mundo a través de las cámaras de televisión y el asentimiento de fondo que se escucha por parte de quienes están
presentes, algunos de ellos, periodistas 'pesebreros' que le jalean constantemente. Al presidente sudafricano le acusó de «limpieza étnica» contra granjeros blancos utilizando
información falsa que muestra a cámara sin posibilidad de respuesta fácil, entre otras razones, porque se trata de temas que no aparecen en el orden del día. El factor sorpresa es una de sus
armas. No quiero ni pensar en una posible visita de Sánchez a la Casa Blanca. Entre otras cosas porque no es previsible que la 'agenden'. Ni unos ni otros.