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Hay un eje que conforman Xàtiva, Ontinyent, Fontanars dels Alforins, Moixent y la Font de la Figuera que se ha venido a llamar la Toscana valenciana ... y que es actualmente «uno de los
enclaves con mayor proyección para el comprador europeo que busca algo más que una vivienda, un estilo de vida pausado, conectado con la naturaleza, pero sin renunciar al confort moderno».
Así lo explican en K&N Elite, una inmobiliaria que ha detectado que la demanda de franceses, alemanes, belgas y suizos ha crecido notablemente en esta zona, atraídos por fincas con
historia, paisaje agrícola y cerca del Mediterráneo. Quienes primero pusieron su mirada en la zona fueron las grandes familias de la burguesía valenciana siglos atrás, donde construyeron
casas solariegas y masías, algunas datadas de los siglos XVII y XVIII, rodeadas de viñas, olivos y almendros, y en algunos casos con bodegas incorporadas. De hecho, fue un Dupuy de Lôme el
primero en descubrir un valle que convirtió en su lugar de veraneo al fundar la finca Clos de Lôm. Sus descendientes, los Caturla y los Serratosa, todavía siguen vinculados a estas tierras y
la bodega gestionada por Lucía Serratosa. La profesionalización de las bodegas, la dignificación de los vinos de la zona y de la DO Valencia ha llegado gracias a personas como Pablo
Calatayud, Rafa Cambra, Miguel Calatayud, Daniel Belda, Toni Arráez o Javi Revert, y esta zona está viviendo un momento muy dulce después de haber luchado contra vertederos y macroplantas
solares. La comarca se ha convertido además en un destino turístico, e inversores extranjeros lo han visto. Un buen ejemplo es Finca San Agustín, en Ontinyent, una construcción que cuenta
con una capilla del siglo XVIII, rodeada de campos, y que ha sido adquirida para su explotación ecoturística. «Estas fincas no sólo son un refugio personal, cada vez más compradores las ven
como una oportunidad real de explotación en el sector del ecoturismo», explican en K&N Elite. La demanda de experiencias auténticas, en entornos tranquilos pero conectados, está en auge,
y los alojamientos rurales, pequeños complejos boutique o estancias para desconectar, trabajar en remoto o simplemente vivir a otro ritmo, están encontrando en este territorio un entorno
perfecto. «Muchos de nuestros clientes internacionales buscan una conexión real con el entorno, sin renunciar al confort. El modelo de vida aquí no es rural como tal, es simplemente más
'slow-paced' (ritmo lento). Por ejemplo, Ontinyent es una ciudad con todos los servicios: complejos deportivos, centros comerciales, cines o colegios internacionales», explica
Romik Asatryan, director de K&N Elite en Valencia. «La Toscana valenciana ofrece autenticidad y calidad de vida, pero también inversión con sentido», añade. ENTRE BODEGAS, ARQUITECTURA
La zona, entre dos comarcas del interior sur de la provincia de Valencia, tiene un encanto en el que se han fijado también grandes arquitectos, como Ramón Esteve, que ha construido allí la
Casa de la Viña, rodeada de cultivos vitivinícolas. El mercado de estas fincas históricas se está moviendo en rangos cada vez más altos. Según datos de K&N Elite, el precio de las casas
en la zona varía entre los 600.000 y 1.300.000 euros, en función del estado de conservación, rehabilitación y extensión. Pero si se incluyen los terrenos agrícolas anejos, el valor puede
superar fácilmente los dos millones de euros, especialmente si se trata de explotaciones activas con viñas, caquis u olivos, productos con una demanda creciente tanto en el mercado nacional
como internacional. «En esta zona, muchas veces el valor real está en el terreno, no sólo en la edificación. Los compradores lo saben y buscan propiedades que les permitan combinar
residencia con explotación sostenible o turismo rural de calidad», apunta Asatryan, que asegura que esta zona ya está en el mapa europeo del nuevo lujo inmobiliario.