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Comenta Compartir Cuando se van apagando los emotivos ecos del acto de cierre de 50 aniversario del pasado 12 de mayo, donde nos rindieron homenaje a las enfermeros, auxiliares, y técnicos
supervivientes de 1975, que tuvimos el gran reto de abrir La Arrixaca actual, me reafirmo aún más, en que tuvimos el inmenso honor de hacerlo y culminar con excelencia una de las operaciones
de traslado de pacientes, más compleja y delicada de los últimos años con medios, que, a día de hoy, sería impensable poder realizar con el éxito que se realizó aquel día. Este hecho
podíamos compararlo con el cierre precipitado por obras del Hospital General, también llamado Provincial. Quiero felicitar a los organizadores de los actos del 50 aniversario de La Arrixaca
porque todos han sido un éxito y la clausura nos ha dado la oportunidad del reencuentro con amigos, compañeros y profesionales con los que hemos compartido muchos años de nuestra vida
profesional y a los que no veíamos desde hacía varios años. La historia de la enfermería de La Arrixaca de los últimos 50 años, viene marcada por una serie de hechos que la han fortalecido.
En primer lugar, la primera Enfermera Jefe que tuvo el hospital, Julia Muñoz Alonso (RIP), en segundo lugar, en 1987, la creación de las direcciones de Enfermería, al amparo del Decreto
521/87 ocupada inicialmente, la del Hospital General por Carlos García y la del Materno-Infantil por María del Carmen Cánovas, ambos fallecidos. En 1989 se unifican ambas direcciones y
Catalina Espín pasa a ser directora única hasta 1994 que es reemplazada por Juana María Gutiérrez hasta 1996. Desde aquel año, Pablo Fernández, Joaquín Hellín y Javier Iniesta, el director
actual, han desempeñado con acierto y profesionalidad la difícil tarea de coordinar un colectivo de 3.500 personas entre enfermeras, TCAE y técnicos. Tengan ellos también mi reconocimiento y
gratitud, por los años que compartimos en dirección de enfermería. Pero todos estos hitos no vinieron solos, ya que nos han acompañado una serie de acontecimientos que nos hemos podido
olvidar, y que han pasado a formar parte de nuestra historia: epidemia de legionela en 2001, la fiebre hemorrágica de Crimea-Congo de 2013 y ya como guinda del pastel en 2020, vivimos una
pandemia mundial, sin precedentes, la cual me acompañó hasta el final de mi carrera profesional en 2022. Todos y cada uno de estos momentos nos han ayudado a construir una enfermería que
cada día se supera y se fortalece y me enorgullece formar parte de ella, ya que me han acompañado durante 49 años de mi vida. Pero no todo han sido catástrofes y pandemias, también hemos
conseguido cosas maravillosas como, por ejemplo: alzar al equipo de trasplantes a la cima nacional; desarrollar la enfermería en sus diversas especialidades, construyendo una especialización
capaz de abordar cualquier patología; poder ser participes del equipo referente del IMIB, formando un equipo de enfermeros investigadores. Me enorgullece ser parte de un colectivo de
enfermeros que desde el minuto uno, de aquel traslado, el 12 de mayo de 1975, se dejó la piel para que todo fuera a la perfección, como así fue; un traslado histórico de ambulancias y
pacientes que llegó a parar la circulación entre Murcia y El Palmar, y todo esto fue posible a la unión con los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado que nos ayudaron en todo lo posible
con su labor encomiable. Desde ese día construimos en este nuevo edificio un nuevo hogar, ya que todas las horas y guardias que hemos pasado juntos han hecho que formemos una gran familia.
En estos 50 años, ha habido derechos reclamados que han sido satisfechos como el respaldo vía ley 5/2001 del reciclaje de los profesionales de enfermería y médicos, que hasta entonces no
estaba contemplado en ningún texto legal. O algunos como el reconocimiento del A1 a la Enfermería, que es objeto de nuestra máxima reivindicación actual por el agravio comparativo que
sufrimos. Termino este artículo reiterando las gracias por habernos dado la oportunidad a todos los pioneros de 1975 de rejuvenecer nuestras memorias y encontrarnos con muchos compañeros con
los que compartimos intensas y gratificantes jornadas de trabajo en La Arrixaca desde 1975. Sólo había que contemplar nuestras caras de emoción, ilusión y orgullo para ver que habían
merecido la pena estos 50 años de vida profesional. Larga vida a La Arrixaca. Comenta Reporta un error