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Hace 30 años, un Martes Santo, Pepa Fortuna se estrenó como voluntaria en un piso de acogida destinado a ofrecer cama y comida a los ... primeros usuarios de Proyecto Hombre. La organización
social acababa de echar a andar en la Región de Murcia con la apertura de una comunidad terapéutica en El Palmar, a la que acudían muchas de las víctimas que la epidemia de heroína había
dejado en las calles. «Se abrió un piso para hombres y luego otro para mujeres. Por la mañana acudían a la comunidad terapéutica, y ya por la tarde volvían al apartamento», relata Pepa. La
veterana voluntaria recuerda perfectamente a la primera mujer a la que atendió. «Se llamaba Ángeles. Me daba cuarenta vueltas. A nosotros nos formaban antes de empezar, pero hizo conmigo lo
que quiso. Me fui a casa pensando que no servía para esto, pero volví. A Ángeles le dieron el alta, y yo seguí aprendiendo cada día, porque nos llegan perfiles de chicos y chicas muy
distintos», narra. Pepa empezó el voluntariado en Proyecto Hombre junto a su marido, Lorenzo Serrano. «Yo trabajaba en la construcción, en obras públicas, y cuando llegué a los 50 me dije
que quería hacer algo. Me negaba a llegar a la jubilación sentando en el sofá», cuenta. A muchos de sus amigos les sorprendió su apuesta por una organización social que trabaja en algo tan
duro como las adicciones. Ellos responden con humor: «Nos preguntan si somos masocas porque, además de en Proyecto Hombre, también hacemos voluntariado en la cárcel». En aquel primer piso de
acogida, Lorenzo pasaba una noche a la semana. «Iba todos los martes. Cenaba con ellos y me quedaba hasta el desayuno, a las ocho de la mañana. Una regla básica es que no podían quedarse
solos en el piso; hablamos de personas que estaban empezando el proceso terapéutico», explica. Vivió momentos duros, pero se emociona al recordar aquella etapa: «Si alguna vez había algún
problema con un usuario, el resto se volcaba contigo, y te apoyaba. Lo que yo he percibido en todo este tiempo es que uno empieza esto porque quiere dar, pero recibe mucho más». Pepa
asiente: «La gente tiene la percepción del chico que se droga y está en la calle. Pero lo que no ven es el cambio que experimentan una vez entran en el centro. Yo me he encontrado con
personas muy respetuosas. Cuesta muchísimo salir de la droga, es muy duro; quien no lo ha vivido, no lo entiende». Este matrimonio de voluntarios llama a romper con los estigmas y advierte
de los estereotipos. «Nosotros hemos atendido a gente de todas las clases sociales y de todas las edades: desde un aviador a un médico o un abogado», explican. EL 30 ANIVERSARIO Pepa y
Lorenzo, que siguen colaborando con Proyecto Hombre, no quisieron perderse este martes el acto con el que la ONG dio el pistoletazo de salida a la celebración de su 30 aniversario en la
Región de Murcia. A la cita, en el salón de actos del Ayuntamiento de Murcia, acudieron voluntarios con muchos años a sus espaldas, profesionales y algunos antiguos usuarios. Rafael Álvarez
es uno de ellos. «Empecé a consumir con 15 años. Al principio todo era divertido, todo era una fiesta. Comienzas fumando porros, bebiendo alcohol; luego pruebas las pastillas. Con 22 años
empecé a sufrir ansiedad, y con 25 o 26 ya era consciente de que tenía un problema. Pero hasta los 37 estuve aguantando», cuenta este empresario de Caravaca de la Cruz. Hace nueve años entró
en Proyecto Hombre y dejó de consumir. «Lo que más me ayudó, en terapia, fue aprender a escuchar mis voces interiores y entender qué me llevaba a esa situación», confiesa. 25.000 personas
han sido atendidas por todo tipo de adicciones en estas tres décadas. Otras 52.000 han pasado por los programas de prevención, y se ha orientado a 40.000 familiares. Un enorme trabajo que ha
sido posible gracias a los 900 voluntarios y 120 profesionales que han pasado durante todo este tiempo por Proyecto Hombre. La psicóloga Reyes Heras lleva «casi 20 años» en la organización.
Es la directora de la comunidad terapéutica, un recurso residencial destinado a quienes se encuentran en una situación más grave. Desde este puesto, Reyes ha observado los cambios que se
han ido produciendo. «Ahora vemos fundamentalmente adicción al alcohol y la cocaína, en algunos casos junto a ludopatía», explica. En otros programas, dirigidos a jóvenes, despunta el uso
problemático de las nuevas tecnologías, el móvil y las redes sociales. Por eso, Proyecto Hombre abordará estas adicciones emergentes en unas jornadas este año, dentro de las actividades por
su aniversario. La ONG afronta nuevos retos, pero sus voluntarios y trabajadores los encaran con la vocación y entrega de siempre.