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El mar es un cementerio sin lápidas. Sobre sus aguas han flotado los sueños rotos de miles de hombres, mujeres y niños que han intentado ... alcanzar las costas de Europa en frágiles
embarcaciones. Las olas han sido testigos mudos de la tragedia, de la desesperación, del último suspiro de aquellos que, en su desesperanza, han apostado su vida a un futuro incierto. En los
rostros de quienes llegan exhaustos, con el alma hecha jirones, se dibuja el rastro del desaliento, pero también de la determinación de quien ya no tiene nada que perder. Cada día, hombres
y mujeres se lanzan a la travesía desde Marruecos y otras partes de África, tratando de escapar de la miseria, de la violencia, de la falta de oportunidades. Se encomiendan a traficantes sin
escrúpulos, a la furia del mar, a la indiferencia del mundo. Algunos logran tocar tierra, otros se convierten en números en la estadística de la tragedia. A los que llegan, les espera un
camino también arduo: el del rechazo, el de la marginación, el de una supervivencia al margen de la sociedad que creyeron encontrar como refugio. Acoger a los inmigrantes no es solo un deber
humanitario; es un imperativo moral. No podemos ignorar el sufrimiento de quienes huyen de la desesperación. La historia de la humanidad es la historia del movimiento de pueblos, de la
búsqueda de una vida mejor. Los españoles también lo hicimos en el siglo XX, cuando miles cruzaron el Atlántico o recorrieron Europa en busca de sustento y dignidad. No podemos cerrar los
ojos a quienes hoy enfrentan la misma odisea. La tragedia de los inmigrantes que llegan a España de forma ilegal es un drama humano de dimensiones colosales. Sin embargo, también debemos ser
conscientes de los peligros que acechan en estas llegadas. No todos los que cruzan el mar buscan un porvenir honrado. Entre los desesperados también se infiltran quienes ven en la
inmigración una oportunidad para el delito, para el extremismo, para la explotación de los más vulnerables. Las mafias que trafican con seres humanos se benefician de la desesperación de
muchos y del descontrol de las políticas migratorias. España, como puerta de entrada a Europa, enfrenta el desafío de equilibrar la solidaridad y la compasión con la seguridad y la
legalidad. La cuestión migratoria ha polarizado a la política española. Los partidos se dividen entre aquellos que abogan por una acogida sin restricciones y los que ven en la inmigración un
peligro latente. En particular, el partido VOX ha convertido la lucha contra la inmigración irregular en una de sus principales banderas. En comunidades autónomas como la de Murcia, VOX ha
condicionado su apoyo a los presupuestos a la implementación de medidas restrictivas, como la negativa a admitir más menores no acompañados (MENAs) y la eliminación de la enseñanza del Islam
en las escuelas públicas o concertadas. Esta postura genera un intenso debate sobre los derechos de los inmigrantes y la necesidad de establecer límites claros a la acogida, sin caer en la
criminalización sistemática de quienes buscan un futuro mejor. El gran desafío de nuestra sociedad es encontrar el equilibrio entre la solidaridad y la seguridad. ¿Cómo ayudar sin abrir las
puertas al caos? ¿Cómo acoger sin que se aprovechen de nuestra buena voluntad? 1. UN SISTEMA DE ACOGIDA ESTRUCTURADO: Es imprescindible mejorar los mecanismos de integración, garantizar que
quienes llegan tengan acceso a educación y trabajo, evitando la marginalidad que los arroja a la delincuencia. 2. COOPERACIÓN INTERNACIONAL EFECTIVA: La solución no está en nuestras
fronteras, sino en el origen del problema. Sin un desarrollo real en los países de salida, la desesperación seguirá empujando a sus ciudadanos al mar. 3. CONTROL DE MAFIAS Y REDES
CRIMINALES: No podemos permitir que el crimen se disfrace de necesidad. Identificar y frenar a quienes trafican con personas debe ser una prioridad. 4. VÍAS SEGURAS Y LEGALES DE INMIGRACIÓN:
Nadie debería jugarse la vida en una patera. La creación de corredores humanitarios y la concesión de visados de trabajo podría reducir el drama migratorio. Cerrar los ojos ante la
inmigración no es una opción. Es un fenómeno que nos interpela como sociedad y que nos obliga a actuar con responsabilidad. Acoger con humanidad, pero con inteligencia. Proteger a los
vulnerables sin convertirnos en cómplices de quienes buscan el mal. Europa es hoy un sueño y una prueba. Un sueño para quienes buscan refugio. Una prueba para quienes deben decidir entre la
compasión y la seguridad. Pero no olvidemos nunca que, al otro lado del mar, hay personas, hay vidas, hay historias que podrían haber sido las nuestras si hubiéramos nacido en otra tierra.
_Los integrantes del Grupo de Opinión «Los Espectadores» son:_ _Bernardo Escribano Soriano, Jesús Fontes, Javier Jiménez, José L. Garcia de las Bayonas, José Izquierdo, Blas Marsilla, Luis
Molina, Palmiro Molina, Francisco Moreno, Antonio Olmo, José Ortíz, Francisco Pedrero, Antonio Sánchez y Tomás Zamora._