Un mundo para julio | la verdad

Un mundo para julio | la verdad

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Una hermosa batalla perdida, Julio, eso somos, eso seremos. Para ese cometido hemos llegado a esta parte de la vida. Hemos recorrido un mar azul, ... hemos dejado atrás ciudades devastadas


por la felicidad, noches de farolas encendidas como estrellas, persiguiendo esta promesa latente, esta mano diminuta que late con la fuerza de un imperio en llamas. Tu mano, recién salida


del abismo, arrojada a la existencia, tocando por primera vez la piel de tu madre. Carne de mi carne, dice ella, mientras te mira enamorada, y yo contemplo la escena convertida ya en memoria


antes de existir. El origen de la luz, el árbol más primitivo con sus raíces profundas y húmedas. Eres el agua del nacimiento. La sangre primera, Julio. Lo sé. El mundo ha sido creado para


verte nadar hacia la vida. Ya eres consciencia de tus padres. Ya existes en las palabras de los demás, en el aliento de esta noche de mayo. Tu nombre, Julio, ha sido pronunciado por primera


vez y es como crear un elemento, como habitar el aire. Ya no sé no quererte. Ya sé qué significa amar sin condiciones. Tu madre llora mientras te abraza y teme romperte, y yo escucho tu


primer llanto, como el eco lejano de tu madre. Las matronas susurran una historia antigua. Observan el camino que has recorrido hasta aquí. Te han traído hacia nosotros. Te has presentado


desnudo, envuelto en un manto de noche. El incienso de este momento es tu grito. ¡Vives! Has decidido vivir y yo te miro en el fondo de los ojos, oscuros, que has abierto para mirarme,


mientras tu madre te acaricia la cabeza, cuenta los dedos de tus manos, la carrera dulce de tu espalda, la geografía selvática de tu pecho. Cuenta y te cuenta quiénes somos. Te jura que


siempre te vamos a querer. Que nuestra labor en la vida será apartar el mal de tu camino, hacer de tus días un verano apacible. Te dice que nos vamos a dejar hasta la última gota de sangre


en construir un mundo para ti, un mundo para Julio, que eres tú, que nos escuchas con calma, que oyes por primera vez la voz de tus padres. Somos la voz de la existencia. Sabrás por nosotros


de la antigua Grecia, del aroma de los viernes, de las hogueras para espantar lobos en la noche. Conocerás por nuestras palabras que la historia siempre nos vence, pero que es dulce si hay


amor. El nuestro, Julio, es amor verdadero, por eso estás aquí, por eso lo defenderemos allá donde decidas ir, allá donde quieras llorar. Allá, estarán nuestros besos, nuestras caricias. En


las victorias. En las derrotas. PIENSO EN LOS LIBROS QUE TE LEERÉ, EN LOS LIBROS QUE LEERÁS. EN LAS CIUDADES QUE VISITAREMOS JUNTOS Contemplo el misterio de la vida. El paritorio ha dejado


de tener la forma fría de los hospitales y se ha convertido en un recuerdo. Lo guardaba muy dentro. Eres tú. Y es mi casa, hace 35 años, en Lorca. Mi cama pequeña junto a mi ventana, donde


lloraba porque tenía miedo de la oscuridad. Mis peluches olvidados también están aquí contigo. La luz tenue irrumpiendo por la ventana. Una luz que ya no existe. Que nunca he vuelto a ver.


Es la luz de tus ojos. La has traído de vuelta, Julio. En ti veo el mundo que he habitado, en esta cama fría de hospital donde tu madre se ha dejado parte de su vida para darte la vida. Has


nacido para paliar el olvido, para luchar contra la nada. Has llenado los rincones más profundos de mi ser y la respuesta de mi memoria me dicta que siempre has existido, que ya no existo


sin pensarte, sin mirarte a los ojos negros, ojos de noche mineral que conocen por primera vez las estrellas. Beso a tu madre antes que a ti, porque a ella le debo tu vida y por ella quiero


andar este camino. Tu respiración se acompasa con la suya. Te hablamos entre susurros. Vienes de una siesta de agosto, una siesta calurosa y sevillana, mientras las calles permanecían vacías


y los perros buscaban la sombra de los naranjos. Qué poca sombra dan los naranjos en agosto, por eso tu mamá y yo nos refugiamos en el futuro, te pensamos y te proyectamos, te hicimos con


amor y con miedo también. Ahora el miedo se multiplica, pero también la esperanza. Siento que debo protegerte, crear un mundo solo para ti. Pienso en los libros que te leeré, en los libros


que leerás. En las ciudades que visitaremos juntos. En las plazas donde el sol lamerá esta felicidad que acaba de nacer entre nosotros. Somos una plaza soleada, Julio. Un sol eterno. Pienso


en la eternidad en este preciso instante en el que el miedo se derrumba y solo te veo a ti. Vivir en nuestros hijos, morir por ellos, recordar a nuestros muertos en nuestros hijos. Eso es


sobrevivir. «Besándonos tú y yo se besan nuestros muertos», dijo Miguel Hernández. Tu madre y yo nos besamos para que surgiera el mañana, Julio. Creamos un mundo para ti y no me cansaré


nunca de defenderlo. De perder batallas por ti. Siempre junto al fuego, al salir de la noche. En la hora más oscura, para que veas una luz encendida y digas: soy yo.