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Mediática es la palabra que mejor define la situación que atraviesa la salud mental. Prueba de ello es que influyentes con miles de seguidores, como Ibai Llanos, comentan en redes que van a
terapia. Y tenemos aún reciente el caso de la atleta olímpica Simone Biles renunciando a competir en algunas pruebas por problemas de salud psicológica. Tras los confinamientos provocados
por la pandemia, la demanda de atención en salud mental se ha disparado. Más gente declara necesitar ir a terapia. Y cuantas más horas pasamos conectados, más búsquedas en Google sobre cómo
sentirnos bien. Aprovechando la alta demanda, se ha incrementado la inversión en tecnologías que ofrecen atención y herramientas de bienestar para el _smartphone_. Una vuelta por _play
store_ o _app store_ muestra cientos de aplicaciones para evaluar nuestro bienestar (_wellbeing_). Meditación, _mindfulness_, darnos consejos de actividad física, dieta… Eso sí, sin control.
¿ESTÁ DE MODA HABLAR DE SALUD MENTAL? Hablar de salud mental está de moda. Sin embargo continúa rodeada de cierta estigmatización: aún no hemos aprendido a hablar abiertamente y procurarnos
apoyo. Las estadísticas prepandemia señalaban que 1 de cada 3 personas a lo largo de su vida se ve afectada por ansiedad y/o depresión. Eso implica que lo más normal es que, si no nos hemos
visto directamente afectados, conozcamos a personas que sufran alguno de estos problemas. ¿SABEMOS IDENTIFICAR ESTRÉS, ANSIEDAD O DEPRESIÓN? Aprendemos a distinguir resfriados de gripes o
alergias. Pero no nos preparamos como sociedad para comprender y gestionar nuestra salud mental. Y el desconocimiento, por lo general, nos empuja a alejarnos de lo que no entendemos. Cuando
nos sentimos mal y lo expresamos, algunas personas nos escuchan, sí. Pero otras muchas nos evitan. Esta situación agrava la evolución y el pronóstico de las enfermedades psicológicas, que
suelen requerir acompañamiento. De hecho, su sintomatología puede agravarse si no reciben una atención continua. Ni siquiera un “ya me encuentro bien” evita las recaídas. Para colmo, nos
faltan datos. A estas alturas no sabemos cuánta gente puede estar mal psicológicamente. Ni cuánta gente necesitaría apoyo, expresar y recibir una evaluación. Poder tener acceso a un
tratamiento a tiempo, como en toda enfermedad, es fundamental en salud mental. Pero faltan medios, tanto para diagnosticar como para tratar. La gran cuestión que hay que poner sobre la mesa
es si hay suficientes profesionales para atender a todo el mundo. Un adelanto: la respuesta es un rotundo no. Se constata que el número de profesionales en áreas de salud mental, aún
aumentando notablemente, seguiría siendo insuficiente a nivel global para dar la asistencia necesaria. Tanto en el sector público como en el privado, el sistema no está pensado para dar
soporte a problemáticas de largo recorrido. Y tradicionalmente la terapia ha ido en segundo lugar tras la medicación. Aunque no todo el mundo necesita terapia, también es indiscutible que no
todo el mundo que la necesita puede tener acceso. ¿CÓMO ESTÁ CAMBIANDO EL SISTEMA DE SALUD ANTE LA NECESIDAD DE ATENCIÓN EN SALUD MENTAL? Países como Reino Unido incorporan desde hace poco
servicios de atención _online_ que permiten una primera atención mediante programas desarrollados con investigación. Así se garantiza que una persona, al presentar la necesidad, no dependa
de meses en lista de espera hasta ser atendida. Es más, si el sistema al evaluarte detecta que requieres con urgencia atención profesional, agenda inmediatamente una cita. A modo de
novedades recientes, Alemania y Bélgica ya disponen de legislación en salud digital que permite a profesionales sanitarios recetar aplicaciones que contribuyan a los tratamientos. Del mismo
modo, nuevas empresas tecnológicas desarrollan soluciones, principalmente para ser utilizadas desde _smartphones_, con el objetivo de prestar un servicio 100 % digital o híbrido con acceso a
profesionales. Esto plantea algunas preguntas interesantes. Por ejemplo, ¿son de fiar estos sistemas? ¿Puede ser la clásica consulta profesional–paciente suplida por robots? Otro aspecto a
tener muy en cuenta es que el modelo de comunicación _online_ ha crecido más deprisa que la formalización. Si expreso mis problemas en redes, puedo recibir consejos y recomendaciones de
personas con buenas intenciones, pero no profesionales. O puedo recibir insultos, comentarios desfavorables y opiniones contraproducentes. Actualmente, si bien cada vez más encontramos
profesionales que se ofrecen en internet, hay un gran vacío formativo en cuanto a aprender a trabajar _online_ y formalizar la atención. Lo segundo compromete el manejo de información
confidencial, así como el responder ante una crisis, entre otros factores. INTEGRAR LA TECNOLOGÍA EN LA PRÁCTICA CLÍNICA Del mismo modo, poder integrar tecnologías digitales con base en
evidencia científica permite aumentar la cobertura. Más que en cualquier otro momento de la historia de la humanidad, estamos conectados compartiendo información. Y los sistemas inteligentes
aprenden de nuestro comportamiento e interacciones. Podemos decir que un robot no va a suplir a profesionales de la psicología, pero en nuestro _smartphone_ hay más información de la que se
obtendría en una ristra de consultas semanales. Si nuestro psicólogo tuviera acceso a nuestro teléfono ¿se imagina todo lo que podría conocer de nosotros? La realidad es que cada vez más
gente hace uso de internet (redes sociales mayormente) para expresar la necesidad o idoneidad de ir a terapia. Sin ir más lejos, no hace mucho que Facebook puso en marcha un sistema para
detectar riesgo suicida, siguiendo ejemplos similares de empresas como Google. Esto refleja cómo, de momento, está evolucionando más rápidamente la tecnología que el número de profesionales
que saben cómo incorporarla en su práctica clínica. Esta situación, no obstante, empieza a revertir y están empezando a publicarse más recursos para prepararnos. HORA DE FRENAR LA PANDEMIA
EN SALUD MENTAL Parece que al fin la salud mental va camino de convertirse en una prioridad. Transformarse en mediática nos indica que no es un tema del cual avergonzarse. Ahora bien,
teniendo cada vez más herramientas para hacer frente a esta problemática, resultan claves dos aspectos. En primer lugar, formar a la sociedad para identificar que es la salud psicológica y
saber pedir apoyo profesional. En segundo lugar, capacitar a los profesionales para que el uso de las tecnologías sea guiado por personas con las adecuadas competencias. De esta manera, tal
vez, así como otras enfermedades durante el S. XX han podido ser controladas, logrando que sus efectos resulten menos devastadores, podremos hacer frente en el S. XXI a un problema
multicausal que requiere, sobre todo, de la comprensión humana.