El envejecimiento de la población sin hogar: una tendencia alarmante

El envejecimiento de la población sin hogar: una tendencia alarmante

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Las autoridades encargadas de la vivienda a menudo señalan las muchas y variadas razones por las que algunos adultos mayores carecen de un hogar permanente. Por ejemplo, en San Francisco, un


centro financiero y tecnológico, la renta mensual promedio de un apartamento de un dormitorio era de $3,428, según Rent.com. Durante años la ciudad ha luchado con la falta de vivienda, que


en todo el país afecta desproporcionalmente a las personas de color. Shireen McSpadden, directora ejecutiva del Departamento de Personas sin Hogar y Vivienda de Apoyo de San Francisco, dice


que las autoridades locales están “viendo una cantidad en aumento de personas que se quedan sin hogar por primera vez después de los 50 años”, y los adultos mayores de 60 años son el


“segmento de mayor crecimiento” entre las personas sin techo en California.​ La magnitud del problema es tan grande que San Francisco está planeando un refugio para adultos mayores y


personas con discapacidades. En el lugar no habrá camas literas, que conllevan el riesgo de caídas, y es posible que haya duchas adaptadas para sillas de ruedas, dice. McSpadden, al igual


que otros activistas, predica la prevención y dice que ayudar a las personas a costear los medicamentos, por ejemplo, o hacerles llegar el servicio de comidas Meals on Wheels puede evitar la


pérdida de la vivienda para aquellos que deben decidir si pagarán la renta o los medicamentos.​ Pero el problema va más allá del aspecto financiero. Hay estudios que indican que las


personas mayores sin hogar tienen problemas para llevar a cabo las actividades diarias, “más dificultad para caminar y más problemas de visión y audición, y sufren más caídas y son más


frágiles que la población general”, dice McSpadden, y agrega que “son mucho más propensas a sufrir deterioro cognitivo en comparación con las personas sin hogar más jóvenes”. La falta de


techo repercute duramente en el organismo, dice la Dra. Margot Kushel, una profesora en la Universidad de California en San Francisco (UCSF) que ha dirigido estudios longitudinales sobre


adultos mayores sin vivienda. Su refrán es “los 50 son los nuevos 75”, en lo que respecta a las personas que no tienen un lugar permanente donde vivir. Ya sea que una persona sin techo


duerma en un edificio abandonado, en un banco de la plaza o en una carpa, tiende a estar expuesta a los elementos meteorológicos, a comer mal, a dormir en forma irregular y a mantenerse


lejos de médicos y dentistas. Además, dice Kushel, quien también dirige la iniciativa Benioff Homelessness and Housing Initiative de la UCSF, sus circunstancias generan ansiedad y depresión,


lo que lleva a algunas personas a automedicarse con alcohol y drogas.​ UN MERCADO LABORAL ‘PRECARIO’ Rozelle, en Kansas, dice que dormir en el auto ha perjudicado su salud. Diabético e


hipertenso, en agosto terminó en un hospital cuatro días cuando su presión arterial se disparó. Rozelle también reconoce que hubo muchos reveses antes de que comenzara a vivir en su Nissan.


Se divorció, dejó su apartamento porque no podía pagar la renta, y en la última primavera se quedó sin trabajo. El exempleado de Recursos Humanos había estado limpiando aulas en las escuelas


para poder pagar los gastos. A las personas mayores de 50 años es a quienes les ha resultado más difícil volver a ingresar al mercado laboral después de la Gran Recesión y el inicio de la


pandemia, dice Dennis P. Culhane, profesor de Política Social en la Universidad de Pensilvania y experto en la falta de vivienda. “Es una edad precaria para el mercado laboral”, señala.


Además, si alguien pierde a uno de sus padres o a su cónyuge, personas que contribuían a cubrir los costos de vivienda, esa muerte puede hacer que los sobrevivientes se vean forzados a


empacar, dice Culhane. Cuando el matrimonio de Rozelle colapsó, él dormía en el auto en la entrada al garaje de su exesposa. Después, estuvo con un hermano en Misuri y, hasta que se le acabó


el dinero, en hoteles económicos. Algo que lo entristece particularmente es no tener un lugar donde su hijo lo visite y esté cómodo. “Es muy triste”, dice, no tener un “lugar donde recostar


la cabeza”. ALTA DEMANDA DE VIVIENDAS ECONÓMICAS De costa a costa, los expertos están tratando de abordar un problema persistente, la falta de vivienda para las personas de bajos ingresos o


de ingresos fijos. No hay una sola solución para aliviar la carencia de vivienda que se adapte a todos, dice Rodney Harrell, vicepresidente de Familia, Hogar y Comunidad en AARP. De costa a


costa, los expertos están tratando de abordar un problema persistente, la falta de vivienda para las personas de bajos ingresos o de ingresos fijos. No hay una sola solución para aliviar la


carencia de vivienda que se adapte a todos, dice Rodney Harrell, vicepresidente de Familia, Hogar y Comunidad en AARP. Por cierto, es necesario contar con más viviendas asequibles y más


vales de vivienda, dice. Las listas de espera para las viviendas subsidiadas pueden ser extensas, y en algunas áreas los propietarios no están obligados a aceptar inquilinos con vales.


​Harrell apoya una estrategia de varios frentes para abordar el problema, incluidas la vivienda compartida (cuando el dueño de casa acepta un inquilino), la covivienda (como un grupo de


hogares privados con espacios comunes o un edificio con dormitorios separados y cocina y sala de estar compartidas) y las unidades de vivienda accesorias que se agregan en el fondo de una


casa. ​​ Conocidas como ADU o suites para suegros, estas pequeñas casas o apartamentos por lo general se construyen en el terreno de una residencia unifamiliar. Harrell dice que las ADU


están ganando popularidad en áreas donde el costo de la vivienda es elevado, si bien las leyes de zonificación y otras barreras podrían impedir su construcción. ​​ Algo que preocupa a Jeff


Olivet, quien dirige el Consejo Interagencial para Personas sin Vivienda de EE.UU., es cuando el público responde a las personas sin hogar con “enojo” e “insultos” en vez de buscar


“soluciones compasivas y consideradas”.​ Para ser parte de la solución, Olivet ofrece cuatro sugerencias: 1. Infórmate sobre las realidades de la carencia de vivienda. 2. Participa


activamente ante todos los niveles del Gobierno para lograr “recursos adecuados para abordar este problema”. 3. Haz donaciones a organizaciones locales eficaces que “encuentran soluciones


alternativas a la falta de vivienda”. 4. Arremángate la camisa y colabora como voluntario con estos grupos.