Cómo sobrevivieron a la falta de techo

Cómo sobrevivieron a la falta de techo

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El apartamento de Gina Montminy en Arlington, Virginia, tiene encimeras de granito negro, electrodomésticos de acero inoxidable y un moderno sofá seccional. En su edificio, los alquileres


cuestan desde $1,499. El albergue para personas sin hogar donde una vez vivió esta abuela de 67 años está ubicado a menos de una milla de distancia. Entretenimiento Paramount+ 10% de


descuento en cualquier plan de Paramount+ See more Entretenimiento offers > Sus primeras décadas no presagiaron los tiempos difíciles que se avecinaban. Es hija de un coronel de la Fuerza


Aérea. Llegó a tener 25 años de casada antes de que su esposo y ella decidieran divorciarse. Crio a tres hijos, todos ingenieros. Y trabajó durante décadas, a menudo como mesera. En el


2013, Montminy, quien había tenido epilepsia toda la vida y ya se había divorciado, estaba trabajando en un 7-Eleven como cajera cuando tuvo unas convulsiones de epilepsia mayor. Según las


leyes de Virginia, se debe suspender la licencia de conducir de una persona que ha tenido convulsiones. Además, debido a que según su médico, ella ya no podía trabajar, le resultó imposible


seguir pagando su hipoteca. “En un solo día, se me arruinó la vida”, dice Montminy. “Apenas recobré el conocimiento [...] sabía que había perdido mi casa y que perdería mi auto, mi licencia


de conducir, que perdería lo que considero libertad, porque cualquier refugio es una institución”. Vendió su hogar y vivió con sus familiares o en apartamentos alquilados, entre ellos uno


cerca de una hermana en Minnesota. Cuenta que los alquileres, las facturas médicas y otros gastos consumieron los $25,000 en valor líquido que había obtenido de la venta de su vivienda. En


el 2016, empezó a vivir en un refugio de Arlington, donde estuvo durmiendo sobre un “pedazo delgado de goma espuma” durante seis semanas, hasta que quedó disponible una cama. De noche,


dormía intranquila. “Nadie dormía bien”, dice. “Todos andaban de mal genio. [...] Nadie había llegado al refugio porque le iba bien en la vida”. Dice que la acosaron y la amenazaron, y que


una vez una de las residentes del refugio la golpeó en el rostro. Logró mantener el ánimo porque daba caminatas largas, cosía y escuchaba música. Después de haber pasado nueve meses en el


refugio, reunió los requisitos para recibir los beneficios del Programa de Vivienda de Apoyo Permanente —en inglés— (PSH, Permanent Supportive Housing) del Departamento de Vivienda y


Desarrollo Urbano de EE.UU., que paga la mayor parte del alquiler del apartamento que ha sido su hogar durante seis años. “Me siento como una sobreviviente”, señala. “Todavía pienso que es


una señal de valentía que yo haya podido resistir eso y superarlo”. El veterano Greg Spraul ahora tiene un apartaestudio después de haberse quedado sin hogar. Philip Cheung UN VETERANO


INTENTA SALIR DE UNA SITUACIÓN CAÓTICA Durante casi 70 años, Greg Spraul, de California, vivió una buena vida. Trabajó en ventas, mercadeo directo y en la radio. Fue propietario de un


negocio de limusinas. Como trabajo complementario, entregaba comida a domicilio. Pero en el 2019, un incendio en el edificio en San Diego donde Spraul estaba viviendo con su segunda esposa


fue un momento decisivo. El apartamento de la pareja se salvó del incendio, pero terminó siendo inhabitable debido al daño causado por el agua de los rociadores. Los dos se mudaron con un


cuñado, pero luego se separaron. De esta manera, la vida de Spraul empezó a deteriorarse hasta que se quedó sin techo. Después de marcharse del hogar de un cuñado, Spraul vivió en Escondido,


California, en una habitación de Airbnb que costaba $950 al mes. El alquiler consumía gran parte de sus beneficios del Seguro Social; cuando ese alquiler aumentó todavía más, Spraul empezó


a vivir en su camioneta Mazda de 1998. Mientras estuvo durmiendo en su camioneta, solo podía dormir unas cuantas horas seguidas. A veces era difícil encontrar un baño. Le robaron una canasta


con su ropa y también su bicicleta. Spraul, de 72 años, reservista de la Fuerza Aérea durante la época de la guerra de Vietnam, a veces vivía en San Diego en habitaciones de moteles


económicos subsidiadas para los veteranos. “Cuando me sentía triste y deprimido, me quedaba sentado en mi habitación pensando, ‘¿Qué demonios estoy haciendo?’”, recuerda. “No pensé en


suicidarme, pero seguro que no estuve demasiado lejos de eso”.