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Bastan solo unos minutos de conversación con la motivadora puertorriqueña María Marín para que te contagie con esa energía arrolladora que la acompaña. “Te veo muy contenta, saludable…”,
fueron las primeras palabras que atiné a decirle, porque eso era precisamente lo que ella irradiaba: salud, positivismo, seguridad. No hubo cabida para la tristeza en nuestra charla, aunque
me contaba sobre su diagnóstico de cáncer, la doble mastectomía a la que se había sometido, hacía menos de un mes, y el intento de reconstrucción fallido de sus senos. Marín fue
diagnosticada con cáncer de seno en diciembre del 2016 y desde entonces ha compartido su proceso abiertamente, tanto con su público como con la prensa. Sus redes sociales han servido de
plataforma para documentar cada uno de los pasos que ha dado hacía la cura de esta enfermedad, que este año podría cobrar la vida de más de 40 mil mujeres en Estados Unidos, según
Breastcancer.org. “No quiero hablar del proceso”, le dije. No quería importunarla y pretendía enfocarme en cómo sobrellevaba esta nueva carga; quería saber si había modificado su estilo de
vida y cómo se adaptaba el nuevo diagnóstico a su diabetes tipo 1. Pero no hubo caso, Marín habla de lo que ha pasado con mucha naturalidad. No le teme a llamar la enfermedad por su nombre
y aunque no todo ha salido a pedir de boca y aún el proceso no ha terminado, me dijo: “Siempre, en mi mente, estuve convencida de que esto lo iba a superar. Es algo dentro de mí que me hace
esperar y anticipar lo bueno, es lo que me ha ayudado siempre a sentirme feliz”. Su madre, quien murió de cáncer de mama cuando tenía apenas 33 años, es la responsable de su actitud positiva
ante los retos de la vida; fue ella quien le sembró “la semillita” de la fe desde niña. “Todo va a salir bien, tú sí puedes”, le decía. La motivadora se sometió a una primera cirugía que no
tuvo los resultados esperados. El médico le informó que había encontrado más cáncer y que tenía que realizar una doble mastectomía. Durante dicha operación planeaban también hacerle la
reconstrucción de sus senos, pero tampoco se pudo debido a una complicación provocada por su diabetes. “Ha habido momentos en que me digo, ¿será que las cosas van a salir mal?”, confiesa;
pero acto seguido recapacita y aleja los pensamientos negativos. Sus días comienzan con un “Gracias, Dios mío, por un día más”. Después de estos meses turbulentos, ha comenzado a cambiar
poco a poco su estilo de vida y a monitorear más de cerca su diabetes. “Yo pensaba que me cuidaba, pero no en la manera que me estoy cuidando ahora”, asegura. Está realizando una dieta
vegana de la mano de una nutricionista y aunque no sabe si la seguirá a largo plazo, dice sentirse “energizada”. Para concluir le pregunté: “¿Qué le dirías a una mujer adulta que ha sido
diagnosticada con cáncer de seno?”. Su respuesta fue rápida y precisa: “Le voy a decir que va a estar bien y, más importante, que el cáncer no es una sentencia de muerte, es una prueba que
nos hace más fuerte”.