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La Unión Soviética, también conocida como URSS o Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, fue un Estado de carácter federal que existió entre 1922 y 1991. Con casi 287 millones de
habitantes y una extensión de cerca de 22,4 millones de kilómetros cuadrados en el momento de su disolución, la Unión Soviética era el Estado más grande del mundo y el tercero más poblado.
El mapa político de la URSS, que ocupaba gran parte de Eurasia, estaba compuesto por quince repúblicas socialistas soviéticas (RSS), cada una con cierto grado de autonomía pero siempre
sometidas al poder centralizador de Moscú: la RSFS de Rusia; la RSS de Ucrania; la de Bielorrusia; la de Azerbaiyán; la de Georgia; la de Turkmenistán; la de Uzbekistán; la de Tayikistán; la
de Armenia; la de Kazajistán; la de Letonia; la de Lituania; la de Moldavia; y la de Estonia. De todas ellas, solo cuatro —la Rusia bolchevique, Transcaucasia, Ucrania y Bielorrusia— fueron
miembros fundadores de la Unión Soviética. El resto se fueron sumando según se reorganizaba el territorio o tras importantes conflictos, invasiones o revoluciones. Así, por ejemplo, la RSFS
de Transcaucasia, que existió entre 1922 y 1936, terminó desgranándose en las repúblicas socialistas de Georgia, Armenia y Azerbaiyán. Otro periodo de grandes cambios dentro del mapa
político de la Unión Soviética fue la Segunda Guerra Mundial. Bajo el amparo del pacto Ribbentrop-Mólotov, la URSS ocupó los países bálticos en 1940 e incorporó las RSS de Lituania, Letonia
y Estonia a la Unión. También se anexionó parte de Rumanía, propiciando el nacimiento de la RSS de Moldavia, antes integrada en Ucrania. En este mismo periodo, con la llamada guerra de
Invierno, la URSS consiguió expandir sus territorios a dos secciones del mapa de Finlandia. > 30 de diciembre de 1922: el Congreso de los Sóviets aprueba la > creación de la Unión
Soviética en Moscú Dentro de las repúblicas socialistas constituyentes también existían otras subdivisiones administrativas más pequeñas y de menor rango, incluidas otras republicas
populares. Es el caso, por ejemplo, de la República Autónoma Socialista Soviética de Daguestán o la de Carelia, que siguen existiendo hoy en día dentro de la Federación Rusa con un rango
administrativo y autónomo similar. Tras las repúblicas populares, que ocupaban el segundo nivel organizativo de la URSS, los óblast, los _krais_ y los ókrugs (o distritos autónomos) se
erigían como la siguiente subdivisión territorial dentro del mapa político de la Unión Soviética, que sufrió numerosos cambios a lo largo de sus casi setenta años de historia. En total, la
Unión Soviética contaba en el momento de su disolución con 23 repúblicas populares, 137 óblast, 10 ókrugs y 6 _krais_. En sus comienzos, los límites administrativos del mapa político de la
Unión Soviética se trazaron siguiendo criterios étnicos y poblacionales. De esta forma, las repúblicas constituyentes y las repúblicas autónomas se correspondían, en un principio, con las
comunidades étnicas que existían dentro de la URSS, de la misma forma que los óblast y el resto de subdivisiones respondían a las reivindicaciones de minorías y grupos más pequeños. > Las
etnias de la Unión Soviética La llegada de Iósif Stalin al poder, sin embargo, revirtió esta tendencia. Bajo la excusa de superar el sistema de identidades y nacionalidades, el mandatario
impuso una rusificación del espacio comunista soviético que terminó suprimiendo el derecho de numerosos pueblos, que fueron desplazados o deportados a otros territorios. La muerte de Stalin
en 1953 y la llegada al poder de Kruschev, que encabezó el proceso de desestalinización, permitieron un retorno parcial de las comunidades a sus lugares de origen, pero la organización
basada en criterios étnicos nunca se recuperaría del todo. Kruschev impulsó una apertura al turismo que levantó los límites legales para que los soviéticos viajaran fuera de la URSS, lo que
fue permeando las fronteras del telón de acero. > La descomposición de la Unión Soviética Para cuando Gorbachov asumió la presidencia en 1985, la situación interna de la Unión Soviética
requería de profundos cambios que trajesen consigo una apertura política y económica, por lo que impulsó dos medidas: la perestroika y la glásnost. Este ambicioso proyecto incluía una
modernización industrial, la lucha contra la corrupción, impulsar el pluralismo político, la liberación de los presos políticos y el aumento de la libertad de prensa. Estas políticas
despertaron simpatías tanto dentro como fuera de la URSS, pero al mismo tiempo fueron un catalizador para visibilizar los verdaderos problemas que afectaban al país. A pesar de que con su
reformismo Gorbachov intentaba refundar un país unido, factores como la catástrofe nuclear de Chernóbil o la retirada de Afganistán pusieron de manifiesto la debilidad del régimen. A la
altura de 1990 las repúblicas bálticas habían votado por su independencia: un camino que seguirían las demás repúblicas convirtiéndose en Estados independientes. El colapso y descomposición
de la URSS culminó el 25 de diciembre de 1991, cuando el bloque comunista dejó formalmente de existir. __Descargar mapa __ Creative Commons BY-NC-ND × Gracias por utilizar nuestro contenido.
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