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El magistrado de la sala Civil y Penal del Tribunal Superior de Justicia, Miguel Pasquau Liaño (Úbeda, 1959), desgrana y desmitifica en su nuevo libro, ' ... El oficio de decidir',
cómo se hace justicia y la humanidad que acompaña cada decisión judicial. Vuelca sus 20 años de experiencia en un trabajo en el «que se quiere acertar cuando lo que toca es decidir». IDEAL
conversa con el jurista con motivo de la presentación de su obra, que tendrá lugar hoy en el Ilustre Colegio de Abogados. –EL LIBRO ESTÁ DEDICADO A SUS ALUMNOS, PERO ¿A QUIÉN MÁS SE LO
RECOMENDARÍA? –Está dedicado a mis alumnos porque es una especie de símbolo de transición. Mi origen es universitario y sin haber sido profesor yo no sería quien soy. Se lo recomiendo a un
grupo disperso, heterogéneo de personas que desde luego incluye al ciudadano preocupado en elevar así un poco el tono de la conversación pública sobre la justicia. -¿QUÉ LE HA APORTADO LA
EXPERIENCIA COMO PROFESOR DENTRO DE LA SALA? -El tiempo de dedicación al estudio y a la enseñanza, a manejar el Derecho como algo en lo que profundizar, ver su funcionalidad y tener un
pensamiento crítico, era lo único que podía aportar cuando vine aquí hace 25 años. Entonces mi experiencia mezclada con la experiencia judicial de mis compañeros es un buen sistema para
conformar tribunales. -DESMITIFICA USTED LA FUNCIÓN DE LOS JUECES Y FISCALES Y EL TRABAJO DIARIO. ¿CREE QUE AYUDA A FORTALECER LA CONFIANZA EN LA JUSTICIA? Esperemos que sí. Los ciudadanos
están confiando cada vez menos en las instituciones y es una tragedia. Sin confianza en los jueces, se pierde el valor de la democracia. No podemos quedarnos tranquilos. A la justicia se le
mira de una manera rara, como un mecanismo que ni entienden bien ni aprecian. Se considera que está marcado por muchos defectos, ritualismos e ideologías. Estoy convencido de que la
transparencia, dar a conocer de verdad cómo funciona un juzgado por dentro o un juez dentro de su toga puede ayudar a estimular una sana confianza, no total, no ciega, pero sí una mayor
confianza. No hay nada mejor que hacer a un ciudadano miembro de un jurado para que entienda que esto es una cosa complicada, que el riesgo de error es grande. -¿CUÁNTAS VECES HABRÁ
CONDENADO AL INOCENTE O PERDONADO UNA INJUSTICIA? -Es algo que llevamos en la mochila, la convicción de que en un número indeterminado, en un porcentaje de casos, nos hemos equivocado y
hemos hecho daño. Pero estimula la responsabilidad porque todos queremos acertar. Y me parece que una buena condición para acertar es ser plenamente consciente del riesgo de que podemos
equivocarnos. Te miras a ti mismo como alguien que forma parte de una estructura. No como un mago, no como un sacerdote que media entre el cielo del derecho y la realidad de los hombres,
sino como alguien que trabaja en un sistema y que es una pieza de ese sistema que tiene la función de hacer lo mejor posible las cosas. –USTED SUELE REVISAR EN EL TSJA LAS DECISIONES QUE
TOMAN OTROS JUECES. ¿ES HABITUAL LA RECTIFICACIÓN? –Estadísticamente se confirman más sentencias que las que se anulan o revocan. Se debe fundamentalmente a que para anular o revocar tienes
que tener una razón que supere a las razones dadas por el tribunal o el juez de instancia. –¿QUÉ HACE CUANDO LAS PRUEBAS PERICIALES SON CONTRADICTORIAS? –Es un problema difícil. Son cosas
que tú puedes tener nociones, pero no dominas. Cuando eso no te saca de dudas, no tienes más remedio que mirar el resto de la prueba. Lo que no puedes es decir es «No sé». –¿DA TRANQUILIDAD
SABER QUE A LOS AFECTADOS LE QUEDA LA OPCIÓN DE RECURRIR AL TRIBUNAL SUPREMO? –Sí, el tener una instancia superior es un factor de tranquilidad. De hecho, que haya una instancia superior es
un incentivo para motivar mejor. Razonas y motivas la sentencia sobre todo para la parte a la que no le vas a dar la razón, que es a quien tienes que convencer. El fallo se le da al que
gana, la motivación se le da al que pierde. -¿CÓMO ES UNA DELIBERACIÓN MODÉLICA? -La deliberación modélica para mí es aquella en la que tres personas de perfiles judiciales diferentes, con
maneras diferentes de ver el derecho, se respetan y confían unos en otros. La deliberación será mejor en la medida en la que cada uno diga de verdad lo que piensa. Si te sientes en minoría y
es importante y tú tienes un grado de convicción, haces un esfuerzo adicional por convencer. Y si no lo consigues y estamos en ese escenario donde las consecuencias para el acusado son
importantes, es el momento de dar un voto particular. No se puede condenar por íntima convicción. -DEBE SER DIFÍCIL DEJAR DE LADO LA EMPATÍA CON EL ACUSADO Y LA VÍCTIMA. –Es difícil. Ocurre
que ves al acusado con el daño que se ha hecho, cómo se ha arruinado la vida, y algunas veces incluso arrepentido. Hay otros planos que pueden inclinarte, como puede ser la belleza
argumentativa de un abogado, que son capaces de conseguir sin que tú te des cuenta que desees una absolución. Para neutralizar esa empatía, los deseos no procesales o prejuicios hay que
desrutinizar. Cada caso es nuevo y tú tienes que ser nuevo en ese caso. No puedes simplemente desear que el caso actual se parezca a los anteriores para tenerlo ya resuelto. Tener ganas y
hambre para entender la singularidad del caso y del conflicto. Y sobre todo, practicar la auto sospecha. Para ser juez tienes que hacer un esfuerzo de imparcialidad en cada caso y todos los
días. –ALGUNAS DECISIONES DEBEN SER INMEDIATAS, TERMINA UN CASO Y LE ESPERA OTRO. ¿CÓMO BREGA UN JUEZ CONTRA EL TIEMPO? –Esa es la tragedia. La justicia es muy lenta y eso es un fracaso. Son
necesarios más medios. Debes abordar cada asunto como si tuvieras en el despacho a los implicados. –EN EL LIBRO EXPLICA ALGUNOS ASUNTOS QUE LE HAN PLANTEADO INTERROGANTES. PERO, ¿CUÁL ES EL
CASO MÁS DIFÍCIL AL QUE SE HA ENFRENTADO EN SU CARRERA? -Me siento mal como persona y jurista cuando compruebo que en determinados delitos contra la libertad sexual se repite mucho el mismo
patrón. Te hace pensar sobre la naturaleza humana. También recuerdo casos en los que la duda ha continuado después de la sentencia. Me refiero sobre todo a sentencias condenatorias. A mí
las sentencias absolutorias me dejan más tranquilo. -¿Y CÓMO SOBREVIVE A LOS JUICIOS PARALELOS QUE SE HACEN LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN? -Con un capote. Pensar en lo que se espera de ti te
puede hacer desear una decisión u otra. Cuando hay curiosidad pública no te puedo negar, lo tienes en la cabeza, sobre todo cuando estás motivando la decisión. También es bueno contar con un
gabinete de prensa en el que saben entender el mundo del periodismo. -¿QUÉ RECOMENDACIÓN HARÍA TANTO A LA CIUDADANÍA COMO A LA PRENSA? -Estamos muy acostumbrados a criticar a los demás. Al
periodista le aconsejaría precisamente que si algo le parece un disparate intente preguntar. A los opinadores que tengan la sensatez de no malmeter en los casos. A los ciudadanos, si no
confían en la justicia, no es culpa de ellos. -USTED NO ES PARTIDARIO DE LAS ETIQUETAS DE JUECES PROGRESISTAS O CONSERVADORES. PREFIERE DIFERENCIAR ENTRE ENGREÍDOS, HUMILDES O CORTESANOS Y
PLEBEYOS. ¿CON CUÁLES SE DEFINIRÍA? -Lo que creo es que hay que manejar muchas. También tenemos los jueces Pilatos, el que se pone de perfil, se lava las manos y adopta la posición que menos
resistencia ofrece al viento, y los jueces Salomón, los que por tener dudas no deciden. Para mí estos perfiles son los más prescindibles, porque el poder en realidad no necesita jueces.