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La poesía no es solo un género literario. La poesía, claro, puede estar en muchas partes. Por ejemplo, en esta tarde más que de primavera, ... casi veraniega, en Murcia. Sentado con amigos
en una terraza de Santa Catalina. En realidad es plaza de Las Flores, que no es ya una plaza sino una zona, que incluye plazas y calles adyacentes. Pero nosotros estamos en Santa Catalina,
venimos del Museo Ramón Gaya, donde Chelete Monereo, la gran Chelete, muestra casi en la intimidad una muy interesante exposición en la pequeña y nueva sala del museo. La ciudad de Murcia
está muy bonita, da gusto pasear por ella (salvo en fiestas de guardar, cuando las sillas durante veinte días te rodean y bloquean de manera intolerable), la ciudad está preciosa. Sí, ya sé
que se pueden hacer mejor las cosas, que se pueden señalar defectos aquí o allá, y sé que el cine Rex lo van a cerrar o lo van a dedicar a vender montaditos de lomo con quintos de cerveza
Estrella de Levante. Sí, ya sé todo eso, pero da gusto pasear la ciudad y mirar y ver a sus gentes guapas. Y aquí estoy sentado, mientras declina la tarde, con maestros y maestras ante los
que sólo puedo sentir complejo y síndrome de aprendiz: Chelete, cuya subjetividad poética y artística se refleja en la exposición del museo Gaya apelándonos a todos: una subjetividad más
allá de la racionalidad que no es intimidad cegada, sino que se hace común, territorio de todos. Y aquí está también Vicente Martínez Gades, maestro de maestros, y el gran fotógrafo Frederic
Volkringer y la jefa y no menos maestra Marisa López Soria. Y yo, que ni siquiera tomo nada, reconciliándome un poco con estas plazas afeadas con tanta lona de terrazas de bar, esta zona
ahora 'turística' por la que paso, pero nunca paro. Pero la ciudad está espléndida, incluso, hoy, estas plazas. ¡Lo que eran el bar La Tapa, con su demonio sirviendo carajillos y
belmontes, y después el Fénix, con camareros de La Tapa fundando la alternativa, el comienzo de todo, la locura actual! . Y la serenidad de esta reunión medio improvisada en el museo,
alrededor de la exposición de Chelete. Pura poesía para sostener la vida, para creer que el tiempo, que se va acercando a su final, aún nos depara belleza y vitalismo trágico, serenidad y
ansias de vivir.