Anormalidad | Valencia Plaza

Anormalidad | Valencia Plaza

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Ha sido un verano tan inusual, salvo por las tormentas de rigor y el calor habitual que, seguramente, nadie sabría cómo definirlo. Ya no sólo por haber sido atípico, sino por la ausencia de


alegría y relajación, vivero de muchas preocupaciones e incógnitas. Tan raro que hasta nuestros políticos, casi en su totalidad, se han ido alegremente de vacaciones, con la que está


cayendo, en lugar de haber pasado todo ese tiempo planificando una vuelta a no sé qué normalidad semántica que si algo significa es anormalidad, o vuelta atrás con esmero. Nos lo hemos


ganado. 


Nuestras Corts autonómicas, por ejemplo, cuentan que no volverán a lo grupal hasta que nos les pongan pantallas de metacrilato que separen a sus señorías del posible contagio. No sea que nos


quedemos sin su “inteligencia”. Siempre les quedará el despacho y la cafetería. Ellos son así. Mientras, en los colegios se las ven y desean. En autobuses y trenes viajamos hacinados como


ganado, o  nos confinan en nuestras residencias justo un día después de acabar el hipotético verano. Pero ellos no piensan arriesgar sus cabezas pensantes y claro,  sus dietas.


Por suerte, como un politólogo amigo me explicó, todos los que ahora ocupan un puesto de supuesta responsabilidad o representación política desaparecerán de nuestra vista cuando menos lo


esperemos. Ya no sólo por nuestra postura intransigente contra la arrogancia o ineptidud sino porque una crisis de las características de la que se avecina los borrará del mapa. Me puso como


ejemplo otras crisis económicas recientes en distintos países. Y era verdad. Ya no están. “Menudo alivio”, contesté. Si algo ha demostrado esta clase política que toleramos ha sido que


después de seis meses de espera, confinamientos y contagios poco han hecho por cambiar los escenarios, salvo dictar normas que al día siguiente se cambian o un juzgado tumba. 


"Sólo espero que el próximo año el verano y mis deseos se cumplan para que todo vuelva a ser como antes, pero con gestores profesionales"


Sí, tenemos escenarios y normas que se tramitan y publican como si se tratara de una acción de ciclostil, cada vez más y más rápido: Pero deberíamos de tener también anotados todos aquellos


y aquellas -voy a usar el género dogma-  que durante los últimos meses se han borrado del mapa o han continuado con simples y huecas declaraciones políticas que si algo no salvan son vidas.


Sobre todo los/as del área social que han sido lo peor de lo peor.


Lo llamaron en su día “nueva normalidad” estos gurús del márquetin político. Si la “nueva normalidad” era la ampliación constante de contagios, el caos en muchos colegios del país, el lío de


profesores y la desatención a sanitarios, los avisos y amenazas, la incertidumbre ante tantos miles de puestos de trabajo en el aire, a quienes más pronto que tarde se les acabará eso del


ERTE- pan para hoy, pero hambre para mañana-, pues más que “nueva” parece caótica y desconocida.


Como muchos, considero que este país, visto lo visto, debería de ser rescatado con todas las consecuencias por nuestros compañeros europeos. Nos pese lo que nos pese y nos duela lo que nos


duela. Pero por un solo motivo: nos faltan tantas reformas estructurales que los gobiernos nacionales, autonómicos, provinciales y municipales no se atreven a reconocer y menos afrontar que


lo mejor sería traer un buen grupo de cirujanos económicos independientes y externos para que empezaran a cortar por lo sano. Nos ahorraríamos mucho y dejaríamos atrás un sinfín de


estructuras políticas sobredimensionas, rancias, obsoletas y tantos cargos y enchufados innecesarios que desequilibran el presupuesto. Eso sí sería una nueva normalidad, o sea, una limpieza


general, una puesta en orden, un reset en toda regla. 


Pero tendrá que llegar la hora de eliminar tanto observatorio, ministerios y consellerias que no pasan de ser direcciones generales y entes provinciales que se están desmoronando por su


propia inconsistencia e inutilidad. Saldríamos todos ganando. De esa forma, seguramente, sí habría bastante economía para recuperar el pulso sanitario, la educación, equilibrar pensiones,


aplicar o diseñar nuevas políticas de empleo y dejar de costear caprichos y todo aquello que nos ha conducido hasta aquí envuelto en un celofán de promesas y mentiras.


Sólo espero que el próximo año el verano y mis deseos se cumplan para que todo vuelva a ser como antes, pero con gestores profesionales. Será imposible, seguro. Lo sé. Y hasta volverán las


verbenas esas que estén año han dejado descansar pero martillearán de nuevo cerebros hasta la madrugada.


Por cierto, la vuelta a la “nueva normalidad/anormalidad” ha sido encontrarse con ese caos de tráfico que nos acompaña en Valencia. Aquí parece que vivimos simplemente para el carril bici.  


Los mercadillos se han llenado de puestos en los que se venden mascarillas sin filtro ni control sanitario. Con lo mucho que nos da la UE y el país con sus normas de sanidad y consumo y allí


es como acudir a un bazar de importación donde el negocio barato, pero rentable, prima sobre la realidad de la salud. Somos así, Muchos compran mascarillas con logotipos publicitarios sin


compensación alguna, dibujitos y otras memeces al margen de velar por su futura salud pero creyendo estar a la moda. ¡País!


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