València a menos 30 | Valencia Plaza

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Treinta no son los grados de temperatura que anuncian los calientes termómetros del mobiliario urbano, sino la máxima velocidad que señalan las vistosas placas de bienvenida, que advierten


del nuevo código de circulación a los vehículos que transitan las entradas y calles de València. La ciudad se ha blindado al tráfico. En dos de cada tres vías del Cap i Casal, la velocidad


máxima a la que se puede circular es de 30 kilómetros hora. La movilidad afecta a todos, peatones y conductores. Nos quejamos de la tensión sufrida cuando visitamos el imperio embrujado por


el Brexit, y sin ir más lejos en la capital del Turia ocurre ídem de lo mismo. Circulen con precaución, pisen el acelerador con moderación y estén atentos a su intuición. Habrá que adaptarse


a la velocidad de crucero con la nueva ordenanza municipal que ha entrado en vigor. A mí me cuesta, es como si volviera a examinarme otra vez del permiso de conducir. En apenas cinco años


la ralentización del tráfico ha sido molesta generando desencuentros entre usuarios del transporte privado y responsables municipales ¡en menudo jardín nos han metido los del Botánico!


Tiempo atrás, en una rueda de prensa un periodista deportivo se dirigió al Sabio de Hortaleza formulándole la siguiente pregunta ¿cómo ha visto la función del carrilero?, LUIS ARAGONÉS le


espetó, ¿quién, el lateral? apliquemos la teoría del míster llamando las cosas por su nombre. En el asunto político ocurre lo mismo, en una de mis conversaciones con un amigo intentaba


convencerle tras el batacazo electoral del Partido Popular, que la nueva gobernabilidad del Consistorio valenciano formado por fuerzas progresistas daba forma a un tripartito, y el


ecologismo iba a prevalecer frente al catalanismo en la hoja de ruta del nuevo gobierno municipal. No había versión troyana con la llegada al poder de JOAN RIBÓ.  Entelequia para los duros


de mollera, la batalla se acabó, los ochenta pasaron pese a la insistencia de sonorizar de remembers hasta el infinito la vida de los ciudadanos. Y así ha sido en la anterior legislatura, y


así será en la siguiente. Está muy bien liderar la lucha contra el cambio climático pero no solo en los frentes de la movilidad o del reciclaje. Recientemente sondeaba a mi amiga MÓNICA


IBÁÑEZ, protectora y amante de la naturaleza urbana sobre la lamentable situación de algunos parques y jardines del Cap i Casal. Mónica lideró junto con otros compañeros la cruzada de salvar


los árboles de Bailén, que finalmente fueron trasladados a un terreno en el barrio de SAN MARCELINO. Citaba entre otros la falta de riego en doce de las nogueras situadas en la calle del


ACTOR RIVELLES, situación famélica para estos seres vivos que dan sombra o cobijo a cualquier ciudadano que camine por dicho lugar. La gestión medioambiental de una ciudad no puede estar


supeditada a que colectivos o coordinadoras en defensa de la naturaleza vayan un paso por delante de las instituciones. Y por último llegó el diluvio universal al Tancat de la Pipa, reserva


ubicada en el interior del Parque Natural de la Albufera. Con tormenta política incluida y sin arca construida para  poner a salvo a las más de seiscientas aves que perecieron en el último


mes por el brote del botulismo. Incendio a la vista por el desastre nacional causado en el Parque Natural. Se veía venir. Si HENRY DAVID THOREAU levantara la cabeza expulsaría del hemiciclo


a todos los responsables de la gestión del Parque. Anteriormente los valencianos fuimos salpicados de noticias por las cadenas generalistas tras los sistemáticos casos de corrupción del


anterior gobierno popular, en la actualidad nos dinamitan con noticias por los desastres naturales, por el cierre de nuestras playas o por el mal olor que han causado las toallitas en


nuestras tuberías. El camino inverso de las falsas teorías. Sigamos circulando a 30 kilómetros por hora.